La apertura antes de tiempo podría resultar fatal

Opinión Por

En pleno ascenso de los contagios de coronavirus, con cerca de 860 fallecidos y 27.000 contagiados, Bogotá y otras ciudades capitales del país, con base en las medidas de desconfinamiento gradual ejecutadas por el gobierno nacional antes de que se haya podido siquiera limitar la pandemia, están completamente abiertas.  Detrás de los trabajadores de los sectores autorizados para trabajar miles de personas han invadido las calles en procura de sustento. Tiene razón la alcaldesa Claudia López al afirmar que el presidente Iván Duque acabó con la cuarentena.

Pero, también hay que entender la presión ejercida sobre el gobierno, no sólo por parte de los gremios, sino de los millones de compatriotas exasperados a quienes no llegan los auxilios, o les llegan a cuentagotas y   en cantidad insuficiente para cubrir sus urgencias vitales. 

Realmente la disyuntiva planteada para los 14 millones de colombianos que están ahora mismo en la informalidad o que fueron lanzados al desempleo a causa de la pandemia, entre una expectativa cumplida de un 4,53 % de morir de Covid 19 o la de verse catapultados a la certeza del hambre que no da tregua, es prácticamente imposible de manejar exitosamente para cualquier gobierno. Menos aún si carece de un fuerte y bien estructurado sistema sanitario. Y lo mismo ocurre si lo tiene, a juzgar por el número de víctimas registradas en Inglaterra, Italia y España y en menor medida en Alemania o Chile, naciones que están a años luz de Colombia en materia de disponibilidad de servicios de salud y consolidación del estado de bienestar social.  

Todo el esfuerzo empeñado en el aislamiento preventivo obligatorio, que salvó seguramente muchas vidas, pero que también ha producido consecuencias apocalípticas para la economía y para la subsistencia de la gente, está en riesgo de perderse. Con el agravante de que, si la cantidad de contagios sigue la tendencia actual y, como está a punto de ocurrir en ciudades capitales, colapsa el sistema sanitario, no existe medida diferente a volver al enclaustramiento empezando de cero. 

Sin haber logrado aplacar la pandemia estamos comenzando a sufrir en carne propia las consecuencias del frenazo súbito de la economía nacional y planetaria, a causa del coma inducido que tuvo que aplicarse aquí y en el resto del mundo a la actividad productiva, para poder salvaguardar la existencia y proteger la salud de los ciudadanos de un patógeno para el cual aún no existe vacuna ni tratamiento farmacológico. 

Los pronósticos y las secuelas que ya padecemos sobre nuestra propia piel   empeoran día a día.

El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Cepal y los académicos y analistas del planeta entero coinciden en afirmar, y, tenemos evidencia incontrovertible de ello, que nos estamos sumiendo en una depresión peor que la de 1929,  a causa del: desplome de China, de los Estados Unidos y de la Unión Europea, que son los grandes socios comerciales de los países; la caída de precios de las materias primas, entre ellas el petróleo; la interrupción de las cadenas de producción globales, el derrumbe en la demanda de servicios turísticos, el colapso de las remesas que impacta brutalmente a Latinoamérica; la fuga de capitales y la devaluación de las monedas que no son vaticinios tenebristas  sino hechos cumplidos en trance de agravarse.

En todo caso, esta crisis provocada por el coronavirus está poniendo en evidencia de manera dramática nuestras carencias en materia de protección social, el deterioro de los sistemas públicos de salud y la desigualdad en Latinoamérica

A propósito, Thomas Piketty, economista francés de renombre internacional, autor de textos de enorme influencia, piensa que “el reto que enfrenta el mundo podrá desembocar en cambios estructurales de la economía global”. ”La pandemia podría acelerar la transición hacia otro modelo, hacia una organización más sustentable de nuestro sistema económico internacional. La desigualdad imperante no responde a causas económicas sino a tesis políticas e ideológicas que la reafirman. El Covid 19 expuso la violencia de la desigualdad. Saliendo de esta crisis veremos distintas narrativas compitiendo entre sí. Una plantea que debemos invertir más en salud y proveer a una mayor igualdad y aplicar reglas sobre los mercados para organizar la economía y el sistema tributario internacional de otro modo. Y otra narrativa ultraderechista representada por personajes como Trump y Marine Le Pen que dirá que debemos proteger nuestras fronteras aún más que antes. El rumbo dependerá de las movilizaciones políticas y sociales” ¿Hacia dónde conducirán las nuestras? ¿Y dónde están y qué hacen los partidos políticos que deberían marcar el rumbo?

Hay que subrayar con grandes trazos que si se puede domeñar la pandemia como lo han hecho China, Vietnam y Cuba. 

China confinó de manera drástica a sus más de 1.400 millones de habitantes, metió un frenazo en seco a su gigantesca economía y solo inició la apertura cuando el nivel de contagios y de fallecimientos estaba por debajo de 1. Frente a un pequeño brote reciente en Wuhan no ha vacilado en volver a testear a sus 11 millones de habitantes en un término de 10 días. 

Vietnam, un país con 95 millones de habitantes y 1400 kilómetros de frontera con China, se blindó cerrándose y confinando a toda su población antes de identificar el primer contagio. Solo ha reportado 268 casos de coronavirus y ninguna muerte. Ya levantó gran parte de su encierro y se está reincorporando plenamente a la actividad productiva. 

Cuba no obstante su difícil situación económica, agravada  por el embargo endurecido por Trump, cuenta con un sistema de protección sanitaria que  en realidad funciona y gracias a ello  pudo implementar desde el mes de enero un agresivo modelo de vigilancia epidemiológica que muestra resultados favorables: hasta el 30 de mayo, 2025 contagios y 62 fallecimientos.

Costa Rica, es otro modelo de respuesta digna de destacar. Carece de ejército, pero sí cuenta con un sólido servicio de salud, donde se invierte mucho al igual que en seguridad social y en educación lo que se refleja en una población disciplinada y responsable capaz de reaccionar bien y oportunamente a las medidas de aislamiento social y de prevención del contagio, tempranamente adoptadas, que fueron aconsejadas por los epidemiólogos. 1047 infectados y 10 fallecidos a 30 de mayo.