En el 2018 se cumplieron 100 años de la industria del petróleo en Colombia y 70 años de ECOPETROL, la principal empresa del Estado. Colombia sigue siendo un importante productor de hidrocarburos, pero no se puede considerar como país petrolero debido tanto a las precaria reservas probadas de las cuales dispone como por sus volúmenes de producción. No obstante, la economía colombiana, para bien y para mal, tiene una enorme dependencia con respecto a ellos y la dinámica de su crecimiento está al vaivén del comportamiento de los precios internacionales del crudo, que son volátiles y más parece una montaña rusa.
Venimos de un largo ciclo de precios altos de todos los commodities, que para el petróleo se prolongó hasta junio 16 de 2014, fecha esta que marca su punto de inflexión cuando alcanzó su pico de US $107.95 el barril de la referencia WTI y US $115.19 de la referencia BRENT. Desde entonces se vinieron en barrena, a tal punto que a finales de enero de 2016 los precios bordearon los US $24 el barril, para luego repuntar hasta alcanzar un año después precios por encima de los US $52 el barril, para un incremento de más del 100%.
Y desde entonces los precios del petróleo han observado un alza sostenida, al punto que después de haber registrado una cotización, en promedio de US $52 el barril en 2016 y US $54 en 2017, en este momento oscila alrededor de los US $70 el barril y es muy probable que cierre el año con un precio promedio superior a los US $65. Pero nadie está capacidad de vaticinar el curso que tomarán los precios en los próximos años, ahora que se vislumbra el fin la era del petróleo por cuenta de la Transición energética hacia las energías renovables y limpias.
Este comportamiento de los precios se refleja fielmente en el desempeño de las distintas variables de la economía nacional. Durante la década del boom de los precios del petróleo el crecimiento del PIB llegó a superar el crecimiento potencial de la economía (4.5%), para luego, cuando se descolgaron, no sólo se desaceleró el crecimiento del PIB, sino que hasta el crecimiento potencial se vino a pique y perdió un punto porcentual, situándose en el 3.5%. Después de alcanzar un crecimiento del PIB de 6.6% en 2011, bajó al 4% en 2012, luego tuvo un ligero repunte en 2012, 2013 y 2014 con un crecimiento del 4%, 4.3% y 4.6%, respectivamente, para luego sumirse en un prolongado letargo que le significó la economía crecimientos mediocres en los últimos tres años, de 3.1% en 2015, 2% en 2016 y 1.8% en 2017, el más bajo en lo que va del siglo después de 2001 (1.5%) y 2009 (0.8%). Huelga decir que cada punto de crecimiento o decrecimiento del PIB se cifra en $2 billones en moneda corriente.
Por su parte las exportaciones llegaron a su culmen en el 2014 con US $57.900 millones insufladas por el renglón del petróleo y sus altos precios, para luego desinflarse hasta caer un 61%, registrando sólo US $35.600 millones en 2017, de los cuales el 32.8% corresponden a las exportaciones petroleras. Y ello a pesar de los mejores precios del crudo, repercutiendo también en el saldo negativo de la Balanza comercial, que pasó de un déficit de US $3.800 millones en 2014, pasando por uno más abultado de US $15.900 millones en 2015, otro de US $12.000 en 2016, hasta cerrar el año anterior en US $9.300 millones.
Ello obedece al peso específico de los hidrocarburos en el PIB, dado que ha llegado a representar hasta el 8% y en el sector externo, el 55% de la totalidad de las exportaciones. Con la destorcida de los precios, además del crecimiento de la economía y las exportaciones, también se vieron afectados los ingresos del Estado, tanto los del Gobierno central como los de las entidades territoriales. Tanto más en cuanto que el impacto se dio por partida doble, dado que a la caída de precios se vino a sumar la caída en la producción, la cual, después de haber alcanzado el millón de barriles diarios en 2013, a partir del 2014, cuando en promedio la producción diaria fue de 988.100 y 2015, cuando superó ligeramente el millón de barriles nuevamente, con una producción promedio al día de 1´005.400 barriles, la misma ha venido decayendo hasta alcanzar a duras penas los 885.000 barriles en 2016 y 854.121 millones en 2017. Es más, la meta fijada en el Plan Financiero del Ministerio de Hacienda para el 2018 es de 840.000 barriles/día.
Bien dijo Buffet el acaudalado inversionista y filántropo Warren Buffet que “sólo cuando baja la marea se sabe quien estaba nadando desnudo” y este es el caso de Colombia. Con el doble golpe infligido a las finanzas públicas del desplome de los precios y el freno de mano de la producción la sostenibilidad fiscal queda seriamente comprometida. Y no es para menos, pues la renta petrolera pasó de representar el 23.8% de los ingresos corrientes de la Nación en 2013 a un ínfimo 0.8% en 2016, cuando, gracias al efecto rebote, sube penosamente al 2.8% en 2017 y se aspira al 6% en 2018. En fin, el petróleo le ha servido al país de salvavidas y de él puede decirse que es preferible tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo y…por ahora, mientras no tengamos otro recurso de su importancia que ocupe su lugar, lo necesitamos!