Las recomendaciones hechas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos –CIDH–en relación con las violaciones ocurridas dentro de las protestas que se han venido llevando a cabo recientemente en el país, nos llevan a reflexionar sobre las repercusiones que esto podría tener para Colombia.
Muchas de las convenciones internacionales incluyen una cláusula de respeto a los derechos humanos, por lo cual el desconocer las sugerencias de la CIDH podría traerle al país repercusiones económicas y políticas a nivel internacional y por ende un alto costo a nivel interno.
De otra parte es vergonzoso que la imagen del país se vea afectada no solo por no cumplir el mandato de la CIDH sino por los escándalos que recientemente se están teniendo por la posible injerencia de mercenarios colombianos en el magnicidio del presidente de Haití.
Si a esto le sumamos el retroceso sufrido por la imagen internacional de Colombia debido a los escándalos de algunos de sus diplomáticos que se han visto salpicados en temas de narcotráfico, y de apropiación de tierras que eran destinadas para ser retornadas a sus propietarios dentro del contexto de los acuerdos de paz, estamos peor que en la época de Pablo Escobar en la que se conocía al país por narcotraficantes, y ahora no solo por ese estigma, sino por paramilitares, violadores de Derechos Humanos y mercenarios.
Lo terrible es que volviéramos a la época en la que a los colombianos en los aeropuertos nos pusieran perros y no se nos reconociera el beneficio de la buena fe.
Urge que se retome una política exterior seria y cumpla con los acuerdos internacionales y con los acuerdos de paz. La imagen del país es la imagen de todos los colombianos y debemos unirnos para apoyar esta tarea.