No hay nada más explosivo en una sociedad que la pérdida de valores y de autoridad.
La radiografía de la nación colombiana tal como nos la muestran cada día las noticias es una pérdida de cohesión social y de construcción de país.
Cuando una comunidad no quiere su ejército ni sus autoridades nos deberíamos preguntar el motivo de ello. Es evidente que hay un distanciamiento entre los gobernantes y los gobernados y la falta de presencia del Estado en gran parte de la geografía colombiana ha hecho que la institucionalidad sea reemplazada por el establecimiento ilegal.
Lo lamentable es que la clase política con muy pocas excepciones sigue obtusa sin mirar la responsabilidad que ha venido teniendo en el debilitamiento de la democracia por ser los partidos políticos un cimiento de la misma y del sistema político.
Si bien el narcotráfico permeó los valores de familia, sociedad y país, la desidia del establecimiento y la pérdida de credibilidad en las ramas del poder público minaron la democracia, al punto de que los colombianos no creen en el sistema, ni en sus líderes y buscan justicia por su propia mano.
Esta es la peor radiografía de enfermedad de un país que aún no se percata de lo moribundo que se encuentra.
Mientras esto sucede, nos seguimos desangrando, odiando y matando entre nosotros, como si fuera lo más normal posible, y los candidatos a la presidencia con alguna pequeña excepción, siguen brindando shows de bravuconerías e insultos y buscando alianzas para vender el alma al diablo con tal de ganar el poder sin diseñar el nuevo contrato social que deberemos obligatoriamente celebrar todos los colombianos.
Este nuevo pacto deberá contar con reglas claras para la inversión social, para las relaciones con la autoridad y para el sometimiento al ordenamiento jurídico a fin de que recuperemos la justicia como un valor fundamental e imperante dentro de este nuevo acuerdo nacional que solo debe responder al sentimiento nacional, con unos intereses comunes de unión y desarrollo abrazado en el bien común sin distingo alguno.
Recuperar la ética y el arte de gobernar debe ser nuestra principal meta si queremos recobrar el país de entre las cenizas en que se encuentra. Deberemos decir basta a los corruptos, a los alzados en armas, a los políticos generadores de odios y guerras, a los connacionales que venden su voto y a todo aquello que nos divide como nación.
No se nos puede hacer tarde para reflexionar y tomar el toro por los cachos. No esperemos a que el tejido social se termine de desintegrar, no podemos esperar a tener más hambre, más violencia, más injusticia. ¿Qué necesitaremos para despertar y salir del letargo y de la anarquía en que nos encontramos?
Estas próximas elecciones presidenciales son las más importantes en la historia de Colombia del presente siglo. Nuestro futuro no dependerá ni de la derecha, ni de la izquierda ni del centro, sino de votar a conciencia, por ideas, por programas, por la clase de país que nos merecemos y que queremos tener. Debemos elegir con la conciencia de un pueblo que realmente requiere un cambio hacia el futuro en paz, con reconciliación. con desarrollo y en equidad.