Es evidente que el verdadero objetivo de la guerra comercial declarada por el Presidente Trump contra el resto del mundo es China, considerada como su rival estratégico y el flanco a atacar es el de las tecnologías. Así se desprende del más reciente Informe de Estrategia de seguridad nacional de EEUU, el cual considera a China como un rival estratégico que busca «desafiar el poder, la influencia y los intereses estadounidenses, intentando erosionar la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos».
El detonante de esta guerra, de baja intensidad todavía, fue su anuncio en marzo pasado de los aranceles a las importaciones de acero y aluminio chinos por valor de US $50.000 millones. Como era de esperarse China no se quedó con los brazos cruzados y tomó represalia, a lo cual ripostó Trump diciendo en forma altanera, muy a su estilo, “responderemos a esa medida aplicando aranceles adicionales sobre otros bienes por un valor de US $250.000 millones”, equivalente a casi el doble del monto de sus importaciones desde China el año anterior.
Según el Informe de la Casa Blanca sobre la Estrategia de Seguridad Nacional, “para mantener nuestra ventaja competitiva Estados Unidos priorizará las tecnologías emergentes criticas al crecimiento económico y la seguridad, como ciencia de datos, encriptación, tecnologías autónomas, edición de genes, nuevos materiales, nanotecnología, tecnologías informáticas avanzadas e inteligencia artificial”. Como lo asegura el reputado analista de The Daily Telegraph Ambrose Evans-Pritchard, “esta guerra arancelaria poco tiene que ver con el comercio”, se trata de una lucha por el poder, «para determinar cuál de las potencias hegemónicas dominará la tecnología y dirigirá el mundo en el siglo XXI».
Las redes 5G, particularmente, son una prioridad estratégica para los EEUU. En un comunicado emitido por el responsable de Comercio Exterior de EEUU Robert Ligthizer, se lee que “debemos tomar fuertes medidas defensivas para proteger el liderazgo de EEUU en tecnología e innovación contra la amenaza sin precedentes que representa el robo de china de nuestra propiedad intelectual”. Como lo señala el analista económico Mauricio Cabrera, Trump olvida o mejor ignora que los EEUU “lograron su desarrollo industrial en el siglo XIX robando tecnología a Inglaterra, que era la potencia industrial de la época…Esta doble moral se conoce como la estrategia de ´quitar la escalera´: los países que se desarrollaron usando políticas industriales proteccionistas y pirateando tecnología…subieron al segundo piso usando una escalera que hoy quieren quitar para que otros no puedan subir”. Así de claro, de los EEUU se puede decir, como en la cátedra de Moisés, cuando se sentaban los letrados y fariseos, según San Mateo, “haced y cumplid lo que os digan. Pero, no hagáis lo que hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”.
Y Trump no disimula el objetivo de su estrategia comercial, lo planteó con toda claridad: “estos aranceles son esenciales para evitar nuevas transferencias de tecnología y propiedad intelectual de EEUU a China, lo que protegerá los empleos de los EEUU”. Aduce Trump que la presión ejercida es “excesiva para transferir conocimientos técnicos como parte de realizar actividades comerciales en China”. Tales “requisitos de desempeño”, según él, son contrarios a las normas de la OMC. Además, al escalar la guerra comercial en su disputa con China, EEUU, según lo dispuso el Departamento del Tesoro de EEUU, impedirá que empresas chinas se hagan a compañías estadounidenses que cuenten con “tecnología industrialmente significativa”. Esta medida se reflejó en la caída del Dow Jones, siendo mayores las pérdidas por el fabricante de chips Intel (-3.41%).
Y es un hecho la existencia de cadenas internacionales de valor en las que están involucradas las multinacionales estadounidenses y en ese contexto se ha venido dando la relocalización industrial, así como la proliferación de las maquilas. Ello impide que las barreras al comercio internacional en el mundo global contemporáneo operen como enantes. Ello explica que empresas tan emblemáticas de los Estados Unidos como la Boeing o Apple operen en Xiaoping y Deng, en China, respectivamente, lo propio ocurre con empresas canadienses o de la Unión Europea, convirtiendo a China en la fábrica del mundo. Los Iphone, por ejemplo, se diseñan en California, pero se fabrican en China. Gigantes de la tecnología de EEUU como INTEL, Qualcomm y Google, dependen de proveedores asiáticos en sus procesos.
China ha sido categórica y ha anunciado a través del Ministerio de Comercio que “si Estados Unidos ignora la oposición de China y de la comunidad internacional y persiste en sus medidas unilaterales y proteccionistas, China está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias, al precio que sea…No queremos una guerra comercial, pero no nos da miedo librar una”. De hecho, el Ministerio de Comercio chino advirtió que responderá con aranceles “de la misma escala y fuerza”, al tiempo que dejó en entredicho cualquier acuerdo comercial previo entre los dos países. Y así ha procedido y lo peor puede estar por venir, porque China ha dicho que no descarta ninguna opción para enfrentar este desafío.