El “periodista” Gustavo Rugeles irá a juicio por maltrato a una de sus exparejas, como debe ser, pero su caso es un retrato vivo de lo que pasa en la línea de la vida privada y pública, que algunos aseguran ya no existe en la era post-digital. Si un político, periodista, o figura pública, predica la honestidad, la transparencia, o la defensa de los derechos humanos, no puede llegar a su casa a maltratar a su pareja, manipularla, y someterla a todo lo que en su vida pública dice reprobar.
El caso de Rugeles también es emblemático porque no fue la primera denuncia en su contra, la Fiscalía lo intentó 5 veces, dos de sus exparejas retrataron lo que padecieron, Marcela González ha intentado salir a los medios a contar la verdad, en una de ellas retrató: “Hasta hace muy poco se me quitó el chichón de la cara, me pegó con un zapatazo (…) En la primera golpiza sí pensé que iba a quedar como ‘papa en tenedor en ese vidrio’, gracias a Dios caí en la cama. En la segunda ya yo sabía cómo eran las cosas”.
Además, hay audios, dictámenes de Medicina Legal y el testimonio de su otra expareja. Pero lo más interesante aun, una fanaticada de seguidores en las redes sociales que lo defienden, que creen que él lucha, como dice unos de los tweets: por una “Colombia d bien (sin mamertos) debemos ser UNIDOS lo apoyamos”.
Otros intentan separar la vida profesional de la personal: “Lo que debemos observar lis colombianos de @GustavoRugeles es su valiosa labor profesional y de periodismo investigativo, su vida íntima conyugal, solo le compete a él”
Obviamente se preguntarán que hace que lo retraten como alguien con una “valiosa” labor periodística, pues Rugeles se ha caracterizado por atacar a todos aquellos que estén a favor de temas del Acuerdo de paz, o incluso de minorías, con reportajes interesantes, pero muchos otros con dudosa rigurosidad, yo mismo lo refuté cuando él trabajaba para Las 2 Orillas, y realizó una supuesta investigación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que en ese mismo portal yo desmentí.
Otra publicación emblemática en un medio de igual dudosa labor periodística, llamado El Expediente, publicó una lista de expresidentes latinoamericanos que supuestamente tenían dinero en el Banco Vaticano, entre ellos el propio Juan Manuel Santos, con un documento tan falso como su artículo (ampliamente desmentido).
Aunque otros lo han relacionado con grupos nazis, o como un cercano a la “ultra-derecha” colombiana, la verdad, su posición ideológica no es lo relevante de este caso, pues la violencia de género no tiene color político, y para eso tenemos otro ejemplo.
Hollman Morris, se enfrenta a las denuncias de su esposa por violencia económica y física, además de inasistencia alimentaria, para luego conocerse la denuncia de la periodista Antonia García de la Torre, y de Lina Marcela Castillo por acoso sexual.
Por supuesto, también podría mostrar la marea de tweets apoyándolo, hablando de montajes, de querer arruinar al hombre que ha denunciado al paramilitarismo, que ha defendido las banderas del hoy senador Gustavo Petro, pero al menos en este caso salieron al paso dos mujeres de la Colombia Humana, Ángela María Robledo y María Mercedes Maldonado.
Morris denunció a las dos periodistas que lo señalaron por acoso, por injuria y calumnia, y se escudó diciendo que Robledo y Maldonado “quieren darle un golpe a Petro”, algo así (en un caso hipotético) como una conspiración en la que acusaran a mujeres del Centro Democrático de querer darle un golpe al poder de Álvaro Uribe en ese partido, por denunciar el maltrato intrafamiliar de uno de sus cercanos.
Mejor dicho, amplías listas de excusas políticas, exposición de intenciones “oscuras”, para dañar “el buen nombre”, sea de un “periodista” que según testimonio de su expareja ha llegado a darle puños, o de un concejal que mientras marchaba por la educación, tenía a su hija sin cómo ir a estudiar, según relató su esposa.
Quiero aclarar, que no estoy buscando atacar a través de sus seres queridos a estas personas, finalmente estoy citando a los que han denunciado estos casos, pero eso nos enseña dos cosas:
- Que la violencia de género no tiene excusa, ni es parte “normal” de una relación, ni es parte “del genio” de una persona, ni es una parte privada que se puede “saltar” para evaluar su labor pública, porque finalmente para eso son personas públicas.
- Y además, que el rechazo a la violencia de género no tiene color político, ni el mesianismo, ni el odio por el contrario puede llevarnos a defender a una persona, por más noble o valiosa que nos parezca su labor, la violencia es violencia, y todo lo que ellos aparentemente han hecho en sus vidas privadas, es lo que queremos erradicar de nuestras sociedades.
No usemos los odios, para excusar la violencia de género.