Las noticias falsas se expanden porque quienes las ven o las leen, creen que son ciertas y las reproducen a velocidades increíbles, sin tomarse la molestia de comprobar cuáles son las fuentes de la información ni cuál en el medio que originó la divulgación.
Las falsedades tocan la vida privada de las celebridades, cuyas consecuencias sociales son inexistentes y sirven sólo para el chismorreo de quienes dedican su vida a leer en profundidad las revistas del corazón o gastan horas enteras viendo las crónicas televisivas de la realeza, las modelos y los actores.
Las falsedades, sin embargo, no se supeditan a las banalidades, sino que tocan hechos que sí tienen repercusiones políticas, económicas y sociales tanto para grandes grupos sociales, como para naciones enteras.
Y aunque todos somos conscientes de los profundos y dañinos efectos de las fakenews, muy pocos se preocupan por tratar de influir en que esta práctica se reduzca o desaparezca.
Mientras las noticias falsas se toman las redes sociales, los medios de comunicación tradicionales van perdiendo su batalla por influir en la opinión pública. Los consumidores de información no les creen. Es un contrasentido, pero es cierto.
La razón para que esto suceda, radica en el hecho de los medios convencionales están atrapados por intereses económicos y políticos, lo cual les ha restado credibilidad y confianza.
El activismo político y el hecho de que los periódicos, la radio y la televisión sean apéndices de los grandes conglomerados económicos, crea desconfianza entre las personas, que no quieren ser manipuladas con explicaciones técnicas de eruditos que representan firmas especializadas, que a su vez ejercen como asesoras de grandes compañías, que son dueñas de medios de comunicación y controlan la opinión de sus periodistas.
Dado que la gente tiene en sus manos la opción de informarse a través de distintas fuentes, ha decidido castigar, y con qué contundencia, a los medios que tradicionalmente los manipularon, y ya no los ven, ni los escuchan, ni los leen. Ahora van a internet, rastrean el tema sobre en el que están interesados y leen la versión que más les interesa, la que casi siempre es la más exagerada e inverosímil, y que al final resulta ser falsa, pero que debido a que es reproducida con tanta pasión, se convierte en una verdad incontrovertible.
En Colombia la dinámica de las noticias falsas es impresionante. Las asombrosas versiones sobre temas de interés general, calan profundamente en el pensamiento de los colombianos y eso los lleva a actuar de manera emotiva y equivocada, pero no son conscientes de ello, porque tienen la convicción de que el titular que leyeron en un mensaje de texto es una verdad pura que deben defender.
Una frase manipuladora de un político popular en un tuit, es más contundente que la verdad de los acontecimientos y ello crea una comunidad de seguidores fanáticos, pobres y ricos, ignorantes y educados, que no aceptan razones y que actúan movidos por la fe y la devoción hacia su líder.
La tendencia de las noticias falsas se va acentuando y en la actual coyuntura nacional, permitirá, por ejemplo, elegir un Presidente con base en exageraciones, miedos y mentiras que viajan raudas por las redes sociales.