Todos quienes asesoramos candidatos intentamos encontrar la fórmula que nos permita ganar. Y hay muchas recetas ya escritas y bastantes experiencias aprendidas, pero los elementos subjetivos son los que más se deben tener en cuenta, porque son los que mayormente influyen en la decisión de voto de los ciudadanos.
Un primer elemento es el enganche que debe tener el candidato con los potenciales electores. Es una reacción emocional. Hay unos candidatos que rompen fácilmente la tensión existente y se entregan con una asombrosa facilidad a la gente, que los acoge sin miramientos. Sin embargo, hay otros, tipo “carepiedra”, que aunque pueden ser inteligentes, atractivos físicamente o adinerados, no logran despertar empatía.
Como la política es de emociones, a veces no hay cabida suficiente para las razones. Los electores aman u odian con igual intensidad. Y sacarlos de esa condición es una misión casi que imposible. Por eso los primeros acercamientos entre políticos y ciudadanos son vitales y para ello es necesario estar preparados adecuadamente, especialmente cuando dicho acercamiento es físico, o sea, un cara a cara.
Otro elemento, es la efectividad de la comunicación del mensaje. Existe la propensión a poner al candidato a recitar enciclopédicamente un discurso. Quienes están atrapados en esta condición, normalmente van cargados de cifras, de argumentos complejos y de tecnicismos idiomáticos. Sin embargo, la gente se conecta emocionalmente con razones más simples y argumentos fáciles de entender, que estén más próximos a su propia realidad. Son frases que impacten y conmocionen y sobre ellas insistir todo lo que se pueda, porque siempre van a ser recibidas con ánimo y pasión.
Se sabe que existen distintas formas de publicitar los argumentos políticos. Están las tradicionales que se basan en medios como la radio, la prensa y la televisión, que siguen siendo importantes como canales de difusión. Lo nuevo, desde hace pocos años, son las redes sociales virtuales, un espacio de promoción y penetración de mensajes, que ya se pueden segmentar hacia públicos específicos y su importancia es cada vez más creciente. Sin embargo, lo sustancial de la difusión de una propuesta política, más allá del medio que se use para divulgarlo, es la sorpresa y la innovación, que pone a gran parte del conglomerado a hablar de un tema y a ubicarlo como un referente obligado. Una frase bien dicha o un video fuera de lo común, tienen la capacidad de desencadenar reacciones inconscientes que cambian la tendencia electoral.
Un elemento que tiene una especial incidencia electoral es la valoración ética que hacen los ciudadanos de un candidato. Un abusador laboral, un acosador sexual, un padre o madre maltratador (a), un corrupto o un delincuente, por ejemplo, siempre tendrán una respuesta mayoritariamente negativa, y de esto se aprovechan, infortunadamente, quienes se han dedicado con especial saña, a difundir noticias falsas, que por la masificación instantánea de los mensajes, se convierten en verdades inobjetables. Por eso, se debe tener una estrategia de acción previa para consolidar una imagen positiva que esté a prueba de intentos de subvalorar moralmente al aspirante electoral.
El ciudadano gusta sentir que por quien tiene intención de votar sea respetado y acogido en espacios más allá de la vida política. Tiene un gran impacto si el candidato es mencionado o alabado sinceramente por deportistas destacados, escritores consagrados, pintores famosos, actores o actrices relevantes, líderes de opinión o empresarios. Esto sirve de referente para tomar una decisión en la urna.
La conexión entre el candidato y sus potenciales electores debe ser bastante sólida, porque si no es así, existe la posibilidad de que los ciudadanos modifiquen sus querencias y predilecciones de un momento a otro, y no regresan. Y todo porque hay subjetividades en la toma decisiones.