La cifra de muertos de Medellín en el 2019 asciende a 200 personas. El caos en materia de seguridad es enorme, y los bandidos hacen y deshacen como Pedro por su casa. Sin límites ni control incrementan las plazas de vicio, las extorsiones al comercio, el microtráfico y los desplazamientos forzados.
Recientemente, en ataques criminales, asesinaron en Villa Hermosa a un hombre y a otros dos en Castilla los dejaron gravemente heridos. Sin más ni más, le están voleando a todo mundo, hasta por mera sospecha. Los ciudadanos de bien tienen miedo, y no salen de sus casas en las comunas de la periferia. El sentir popular reclama apoyo, protección y presencia institucional por parte de la fuerza pública.
Los líderes comunales están asustados, y sus familias también. Hace unos días este suscrito dialogó con líderes barriales y muchos consideran apropiado retirarse de sus laborales comunitarias, pues los están amenazando sin que nadie haga ni diga nada. La desolación los invade en lo absoluto. ¿Por qué los ignoran?
Como si fuera poco, los ‘pillos’ continúan haciendo de las suyas, sin que haya quien les ponga límite. Y así se apropian de las cuadras, de las calles y del vecindario. Entretanto, algunos piensan que todo marcha bien. ¡Vaya ridiculez!
Los jóvenes no cuentan con oportunidades de cambio, toda vez que parte importante de ellos se encuentran desempleados mientras las neveras de sus viviendas permanecen vacías. El hambre es cruel, las facturas no dan espera y la situación los lleva al abismo. Ahora bien, con dicha realidad: ¿Cómo no van a convertirse en caldo de cultivo para delinquir? Sin educación, deporte, recreación, arte, cultura, y, más grave aún, sin comida, ¿qué ser humano puede vivir en paz?
La descomposición social en la ciudad ha hecho metástasis y todo tiende a empeorar si las administraciones no le garantizan absoluta prioridad a la problemática ciudadana. En Medellín abunda el talento, la innovación y las nuevas ideas, pero de nada nos sirve andar haciendo eco de ello, si en nuestros barrios populares las personas se siguen matando. La brecha social es enorme, porque una es la Medellín del Poblado- Laureles y otra la de la Belencito Corazón, Santo Domingo y San Javier. ¿Seguiremos indiferentes ante la realidad?
Caminar las calles de Medellín, recorrer sus barrios, y conocer su gente es, de lejos, una de las mejores actividades que puede hacer alguien en la vida, dado que, es factible encontrar un universo de historias que vale la pena conocer. Pero lo antecedente nos exige inquietarnos sobre el problema que padecen y sienten las personas maginadas de la ciudad. Nos duele una Medellín que todos los días pone más y más muertos. ¿Hasta cuándo?