Son tantas las incongruencias y los osos que genera este Gobierno que no se sabe por dónde comenzar.
Lo que más me sorprende es que en la entrevista que le hicieron a la señora canciller en la W radio, ella le reclamó al periodista por no haberla felicitado por el nacimiento de su nieta y en cambio sí preguntarle por su agenda diplomática, lo cual es realmente lo más normal, puesto que los temas personales para un funcionario público pasan a un segundo orden ya que lo que le interesa a la opinión pública son los resultados de las funciones propias del cargo. ¿Será que el narcisismo se está imponiendo?
De otra parte, en RCN radio se conoció la noticia relacionada con la aprobación en un 90% por parte de las comisiones de Cámara y Senado de la reforma los poderes de la procuraduría, y ahí sí, como se dice popularmente, nos llevó el diablo.
A la Procuraduría se le otorgaron súper poderes invadiendo las funciones de la rama judicial ya que se le concedieron funciones de policía judicial, olvidado que el ministerio público es un órgano de control administrativo y por ende político.
Si ya no existe equilibrio frente a los órganos de control que son de la cercanía del Jefe del Estado lo que les impide ser imparciales y cumplir con sus funciones, pues imagínense ahora ejerciendo funciones de policía judicial, algo absolutamente absurdo que violenta el espíritu de la norma constitucional en ese sentido, pues recordemos que la función principal del ministerio público es investigar y sancionar a los servidores públicos sobre la base de un ejercicio discrecional y subjetivo como lo mencionó el senador Rodrigo Lara.
Es decir en los procesos disciplinarios vamos a ser una especie de juez y parte en el que se afecta la imparcialidad que se debe tener y sobre todo debe estar lejos el tema político.
Pero también le otorga la facultad de crear nuevos cargos, es decir aumentar la burocracia cuando lo que se debe es acabar con la misma en esta época en la que según el gobierno debemos apretarnos el cinturón, pero parece que el cura lo predica pero no lo aplica.
De otra parte, no se entiende cuáles son las prioridades del Presidente de la República ya que sigue con su inconsistencia entre lo que dice y lo que hace. No se explica cómo, si cuenta con las mayorías necesarias para proyectos como el anteriormente señalado que es un absurdo frente a la democracia y el Estado de Derecho, mientras es incapaz de imponer proyectos como el Acuerdo de Escazú que está a punto de hundirse en el Congreso.
Según el representante Edward Rodríguez del Centro Democrático, este acuerdo es simplemente “para sensibilizar, pero no es fundamental para la agenda ambiental”, por lo que al parecer este honorable congresista desconoce su importancia.
El acuerdo de Escazú es un compromiso “regional sobre el acceso a la Información, la participación pública y una vía a la justicia en asuntos ambientales en América Latina y el Caribe”, este acuerdo es la primera iniciativa latinoamericana de carácter ambiental”, y lo más importante es que este tema es el primero en la agenda internacional. ¡Que miopía! Los mismos del partido del Gobierno hacen quedar mal a su presidente y al país, pues este acuerdo internacional que firmo Colombia se debe ratificar.
Para terminar con otro absurdo, se hundió en el Congreso la única iniciativa que el Gobierno dentro del contexto del acuerdo de paz ejecuta y es la relacionada con la creación de jueces especializados para resolver conflictos por el uso y la tenencia de la tierra. De nuevo su grupo político considera que no es importante, cuando si lo es, si tenemos en cuenta la cantidad de conflictos que existen en la ruralidad además de la violencia.
¿Cuándo dejarán de presentarse las incongruencias y la miopía de este gobierno?