Todos los inconvenientes que se viven no solamente en Colombia sino en el mundo a causa de la violencia, la guerra, el hambre, la desesperanza, el desempleo, la ingobernabilidad y sobre todo el debilitamiento de la democracia, nos llevan a pensar que es hora de realizar un cambio en el sistema político.
El mundo es cambiante y con él sus nuevos derroteros, problemas, demandas y acciones a ejecutar, por lo que es hora de hacer un nuevo contrato social en el que todos quepamos como una especie de empresa dentro de ese gran Estado en el que tengamos unos roles específicos a ejecutar y a respetar con responsabilidad.
Debemos hacer de la política un ser vivo y socializador para todos de manera justa, equitativa y dinámica.
Si hablamos del modelo de Easton sobre el sistema político, nos damos cuenta de que no se distribuyen los valores que la sociedad considera necesarios e importantes para tener una calidad de vida digna a través de las demandas y apoyos que el sistema recibe de la colectividad y las respuestas del gobierno a las suplicas, acciones que se generan a través de los procesos de decisión.
Un debate político en cualquier país por parte de sus candidatos presidenciales resulta grotesco, poco atractivo y sin sustancia alguna, pues no se concentran en dar respuesta a esos inputs que denomina Easton como las solicitudes de una nación para que se inserten en el sistema político articulándolas y generando diversos roles y respuestas a las mismas a través de una toma de decisión del propio sistema político.
Debería existir un modelo para que los candidatos presidenciales se concentren en los verdaderos problemas del país y en generar soluciones en lugar de sacarse los trapos al sol, que eso en nada nos beneficia, y si por el contrario debilita lo que debe ser la política y su sistema.
Este proceso que es cíclico y continuo, llamándose un “circuito de retroalimentación el que le permite a las autoridades averiguar el estado del sistema y corregir injusticias y disturbios”, no se cumple.
En el caso colombiano esto no funciona porque el gobierno no reconoce los inputs de esa sociedad que clama por un cambio y mucho menos procesa lo que Easton considera como el motor generador de soluciones convenientes basadas en el bien común, y no en los intereses del gobernante de turno.
Debemos entonces crear un nuevo contrato social en el que se garantice la paz, el desarrollo y la gobernabilidad.
Comprometámonos a ordenar la casa y pensar cómo sanarnos de tantas enfermedades que nos tienen moribundos, para luego si pensar en producir para posicionarnos en el mapa mundial como lo hicieron Paul Kagame en Ruanda, Lee Kuan Yew en Singpur y Solimán el Magnífico en el imperio Otomano, a quienes los unió las ganas de desarrollar a cada uno de sus países, en organizarlos, en hacerlos grandes, disciplinados, prósperos y en colocarlos en el geografía global.
Colombia requiere un liderazgo fuerte que además de respetar los derechos humanos, reorganice el país con autoridad y sin autoritarismos ni libertinajes. Por eso algunos nos preguntamos cómo reformar ese nuevo contrato social incluyendo una manera diversa de lo que significa la democracia, o si es conveniente hacer un alto. Claro, el problema es que en Colombia carecemos de un líder como los mencionados anteriormente con visión futurista, pues los que teníamos ya no existen.