Estaba observando lo que considero una excelente campaña del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), y que pueden encontrar fácilmente en las redes sociales con el #ICBFesIgualdad, donde encontrarán una serie de mensajes alusivos a la igualdad de género, y uno muy especial que dice: “Los juguetes y los colores no deberían estar etiquetados por sexo.”
Quizá es necesario recordar posiciones como las del gobierno brasileño de Jair Bolsonaro, donde su ministra de DD.HH., Damares Alves, quien también es pastora evangélica, aunque francamente su adhesión religiosa no es el centro del debate, lanzó la frase con la que quería marcar el inicio de sus labores: «¡Atención, atención! Es una nueva era en Brasil: niño viste de azul y niña viste de rosa.»
Por supuesto, en Colombia hay quienes se unen a esa posición, en este caso la senadora María Fernanda Cabal, que en un tweet en el que parecía dirigirse a un gobierno ideológicamente distinto al de ella, criticó la campaña del ICBF diciendo: “¡Inaudito! @ICBFColombia que debe proteger menores, promueve campañas de transbordo ideológico inadvertido sobre mentes en proceso de formación. Disfrazan la inclusión con prácticas manipuladoras para borrar la identidad de género. Puro fascismo con disfraz humanitario.”
Entonces me surgió la pregunta razonable ¿Estamos colocando en cuestión la identidad de género de los niños cuando desclasificamos juguetes y colores de roles de género?
Concepto de género
Primero, cabe recordarle a la senadora que la construcción de la identidad humana bien puede partir del orden biológico, pero las significaciones de ese género son una construcción social, es decir, el concepto de género es reducido a una serie de características de la construcción social, y por lo tanto, puede terminar por crear estereotipos sobre el mismo.
El hecho de que a una persona le enseñen que un niño se asocia al color azul y una niña al color rosado, no solo es una construcción social de esta época, es además una construcción que asocia un “lugar” a cada género en la sociedad.
No es un invento mío por supuesto, por ejemplo, el gran sociólogo francés, Pierre Bourdieu, partió de ahí para hablar de lo que clasificó como violencia simbólica, afirmando por ejemplo que nuestras sociedades, se cubren en afirmar que todo está establecido por un orden natural y por lo tanto el: “orden social funciona como una inmensa máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya.” (Bourdieu, 2000).
En otras palabras, asignar un sexo a los juguetes y colores, es también una forma de enseñar que esos símbolos parten del “lugar” que a ellos les corresponde, por ejemplo, que los juguetes rosados de cocinitas son de niñas, y los juguetes de carritos azules son de niños, porque al ser adultos ellas cocinan y los niños conducen.
Y segundo, y aún más importante, dejar de asignar un sexo a los juguetes y colores, no atenta con la identidad de género de los niños, y la conclusión es muy simple, la construcción de género no parte de una función lúdica de un juguete, es parte de aquello que perciben los niños sobre su cuerpo, y de aquello que ven en sus experiencias diarias con otras personas.
Por el contrario, los juguetes como diría Gianini (2001), cuando se dividen entre niños y niñas, enseñan también sobre roles, y expectativas sociales y familiares, que generalmente llevan a colocarlos desde pequeños en perspectiva con una misma función social, por ejemplo, que las mujeres arrullan a los bebés (pues las muñecas son de niñas, no de niños), y que los hombres hacen las reparaciones locativas de la casa (porque las herramientas de juguete, son de niños y no de niñas).
Como lo enseña el mensaje del ICBF, podemos sacar a los niños de esos roles sociales, y construcciones de poder, para enseñarles que las mujeres y los hombres pueden cumplir funciones no estereotipadas, pueden crecer en igualdad, y reclamando una misma función social.
Cuando yo era niño, los varones jugábamos a ser presidentes, y aunque no crecí pensando que una mujer no podía ocupar esa posición, es curioso que en casi tres décadas ninguna el Colombia lo haya logrado, quizá porque no se trata de lo que creemos, sino de la violencia simbólica que construimos para pensar que los niños son de azul y las niñas de rosado.
Referencias:
Bourdieu, Pierre (2000), La dominación masculina. Barcelona: Anagrama (La domination masculine. París: Editions deu Seuil, 1998).
Gianini, E. (2001). Pistolas para el niño, muñecas para la niña. La influencia de los condicionamientos sociales en la formación del rol femenino, en los primeros años de vida. Educere. La Revista Venezolana de Educación, 5 (13), 87-92.