Al cumplir 100 días de gobierno, período emblemático para medir las ejecutorias y perspectivas de un gobierno que se inicia con características de luna de miel, Trump parece haberse estrellado de nariz contra la realidad y ya es considerado en términos analíticos como el más errático, improvisado e improductivo de los mandatarios estadounidenses de la era moderna.
Allan Lichtman, el científico social que ha acertado desde 1984 el ganador de las elecciones presidenciales, y, quien, contra los pronósticos de las encuestadoras, también predijo el triunfo del candidato republicano, ahora no solo afirma, sino que ha escrito un libro para desarrollar el argumento de que Trump es igualmente el presidente con mayores probabilidades en toda la historia de ser destituido en un juicio político.
Y aduce para ello 8 razones independientes, cada una de las cuales contiene suficiente carga de ilicitud y evidencia probatoria para provocar su licenciamiento. Entre las más protuberantes aparecen: el hábito de mentir constantemente, la violación y los abusos de la ley, sus conflictos de interés, la conexión con Rusia y el crimen que cometería contra la humanidad al retirar a los Estados Unidos del Acuerdo sobre cambio climático.
La irrupción victoriosa de los populismos de derecha tanto en las elecciones norteamericanas, como en el plebiscito que condujo a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y el avance alrededor del mundo de los nacionalistas xenófobos tiene su origen en lo que precisó Joseph Stiglitz como “el malestar de la globalización” y que parte del hecho incontestable de que “en todos los países ricos un número progresivo de personas caen en la precariedad por el agravamiento de las desigualdades y la degradación del poder adquisitivo de las clases medias inferiores como consecuencia de la mundialización creciente”.
Sin embargo. Europa ha comenzado a reaccionar. Holanda contuvo el populismo radical de Wilders y en Francia el centrista, Emmanuel Macron, seguramente obtendrá una abultada victoria en el balotaje sobre la extremista conservadora Marine Le Pen, que se celebrará el próximo 7 de mayo
Más de cien mil jóvenes arrepentidos por no haber expresado en las urnas su rechazo al Brexit se han inscrito para votar anticipadamente en las elecciones convocadas por la primera Ministra, Theresa May, con el propósito de consolidar mayorías en torno a la negociación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Es posible que la opinión mayoritaria de un viraje.
Alrededor de Trump hay solo malos resultados y peores expectativas. En el primer semestre de 2016 la economía americana creció al ritmo más lento de los últimos tres años. Obama la entregó en ascenso al 2.1% y Trump, pese al rally de los inversores de Wall Street, la ha bajado al 1%.
Ningún entendido le apuesta seriamente a que Trump pueda cumplir sus promesas electorales de aumentar el PIB estadounidense entre un 3% y un 4%, ni a que sea capaz de reunir las mayorías requeridas para hacerle bajar los impuestos a los más ricos en el Congreso mientras no hace nada a favor de las familias más pobres que lo eligieron. Sus propios copartidarios republicanos saben a ciencia cierta que la rebaja impositiva histórica que Trump pretende sacar avante, aumentará hasta niveles estratosféricos el déficit que tanto los preocupa, sin asegurar el crecimiento económico que prometió, y por añadidura eliminando de tajo la financiación de las obras de infraestructura para sustentar el crecimiento del país y crear empleo.
Recular es ahora la consigna del arrogante filibustero que no vaciló en proyectarse a sí mismo como el mejor el “presidente que Dios haya creado sobre la tierra”
Aunque lleva apenas tres meses gobernando parece que estuviera a cargo y haciendo barbaridades desde hace muchos años. Aquel que iba a dejar de ser el policía del mundo, ha disparado sin consultar con el Congreso misiles sobre Siria y Yemen y amenazado a Irán y a Corea del Norte, país gobernado por otro demente poseedor de armas nucleares, con el cual mantiene un pulso de desenlaces imprevisibles.
La OTAN no es ahora obsoleta sino digna de encomio y alabanzas. Ya no abandonará el NAFTA, ahora se propone renegociarlo. Y quizá- Dios lo oiga en términos coloquiales-, tampoco arremeterá de frente contra el Acuerdo de Paris.
Pero ya soltó las amarras a las empresas de gas y de petróleo para que procedan sin restricciones a la extracción de combustibles fósiles y a la industria armamentista que verá incrementado en un 30% su presupuesto, en desmedro de los proyectos de instituciones beneficiarias de fondos públicos para causas sociales, culturales y de defensa del medio ambiente. Y, a través de órdenes presidenciales ejecutivas está incrementando la compra de armas por particulares y eliminando las limitaciones que pesaban sobre los enfermos mentales para adquirirlas.
De frenar el desmantelamiento del servicio de salud universal creado por Obama se encargó el Congreso, que tampoco le hubiera permitido acceder, si se hubiera empecinado en pedirlos, fondos, para la construcción del ominoso muro que pretende erigir para separar a los Estados Unidos de México y del resto del Continente Latinoamericano.
Los tribunales dejaron sin efecto temporal la prohibición de ingreso de los ciudadanos de países de mayoría musulmana y las políticas agresivas contra los inmigrantes. Se han rebelado las ciudades que no aceptaron sus imposiciones, protegen a los inmigrantes y han procedido a demandar las directivas de Trump por inconstitucionales. Malibú que no lo era acaba de declararse santuario.
Solo falta que el vaticinio de Litchman se cumpla.