Nos estamos sobregirando

Opinión Por

La Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network) se ha dado a la tarea de monitorear la trazabilidad de la huella de carbono que van dejando tras de sí los países y para ello emplean una especie de contabilidad ecológica de partida doble y a partir de esta poder establecer el saldo a favor o en contra. Esta Red ha podido establecer que desde finales del siglo XX el “Día del sobregiro” («Earth overshoot day», en inglés), entendido este como el exceso de demanda de servicios ambientales con respecto a la capacidad de reparación o reposición de la naturaleza, se ha ido adelantando progresivamente, cada vez con mayor celeridad.

Según lo sostienen el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) y Global Footprint, el costo de este sobreconsumo ya es visible: “escasez de agua, desertificación, erosión de los suelos, caída de la productividad agrícola y de las reservas de peces, deforestación, desaparición de especies. Vivir a crédito sólo puede ser algo provisional, porque la naturaleza no cuenta con un yacimiento del que podamos proveernos indefinidamente. Y, como es bien sabido, no hay plazo que no se venza ni desuda que no se pague y si se cae en mora los intereses son más gravosos.

De acuerdo con esta contabilidad de la huella de carbono, a partir del 1 de los corrientes mes y año la humanidad está recurriendo a las “vigencias futuras” para sobrevivir el resto del año y apenas han transcurrido siete meses de doce. A este ritmo se necesitarían 1.7, casi 2 planetas Tierra para satisfacer las necesidades de los 7.630´491.175 de habitantes que alberga. La perspectiva es aún más preocupante en países como Chile y Catar, toda vez que si los países vivieran como ellos, en el primer caso se necesitarían 2.3 planetas Tierra y en el segundo 5 planetas (¡!).

Lo más preocupante es que año tras año el “Día del sobregiro” de las naciones se cerca más al comienzo que del fin del año y esta carrera sin posta es cada vez más vertiginosa, a saber: el “Día del sobregiro” el año pasado fue el 8 de agosto, en 2015 fue el 13 de agosto, en 1997 a finales del mes de septiembre y en el año 1970, cuando se empezó a hacer esta medición, el 23 de diciembre. Claro está que el “sobregiro” de los países difieren unos de otros, según el ritmo al cual consumen sus recursos naturales. El más crítico es Catar (9 de febrero) y Vietnam es el que está mas “solvente” (21 de diciembre); por su parte Colombia empieza este año a “sobregirarse” el 17 de noviembre. Ello es atentatorio del desarrollo sostenible, entendido este como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

El “sobregiro” obedece a lo que al “consumismo desenfrenado”, al que alude el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Di. Se trata, como lo delata el Santo Padre del “antropocentrismo despótico que se desentiende de las demás criaturas”. Y su llamado a este propósito no puede ser más pertinente: “en este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Pero el mayor obstáculo para ello son los intereses creados y la voracidad del capitalismo salvaje.

EL PELIGRO ACECHA

Según el Informe, de 300 páginas, que acaba de publicar la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica  (NOAA, por sus siglas en inglés), en el que participaron 450 científicos, y la Sociedad Estadounidense de Meteorología, la concentración de los tres gases de efecto invernadero (GEI) más peligrosos que hay en la atmósfera (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron un nuevo record en 2017. En el caso particular del dióxido de carbono (CO2) la concentración media mundial en la superficie de la Tierra en 2005 fue de 381 partes por millón en contraste con las 280 ppm de la era preindustrial (antes de 1750). Y ya para el 2017 alcanzó las 405 ppm, superior a los 400 ppm en 2015 y 403.3 ppm en 2016. Y este último año, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), ya había llegado al tope, al nivel más alto en los últimos 800.000 años (¡!). Y ya se sabe de las consecuencias que acarrea la polución del medio ambiente.

Dicho estudio indica que el nivel alcanzado por la concentración de gases es la más alta en los registros modernos de medición atmosférica. Estamos en niveles superiores en un 145% con respecto a la era preindustrial y lo que más preocupa es la aceleración de la tasa de crecimiento de la concentración de GEI en la atmósfera, que se ha cuadruplicado desde principios de la década de 1960  y su efecto es acumulativo.

Está demostrada hasta la saciedad de la estrecha correlación entre la mayor concentración de CO2 en la atmósfera y la elevación de la temperatura. Hace mucho rato que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) llegó a esta conclusión y más recientemente así lo reconoció nada menos que la Agencia Nacional de Evaluación del Clima de los EEUU, en su cuarto Informe cuatrienal, avalado por la Academia Nacional de Ciencias, uno de los organismos más competentes y con mayor reconocimiento en cuestiones medioambientales en el mundo, a contrapelo de las pamplinadas del Presidente Donald Trump. Según el mismo “la evidencia del cambio climático abunda, desde lo más alto de la atmósfera hasta las profundidades de los océanos”.

También acota este Informe que está comprobado científicamente que son las actividades humanas, especialmente las relacionadas con las emisiones de gases de efecto invernadero (que atrapan el calor) las principales responsables del cambio climático recientemente observado. Y en ello también coincide con los reiterados pronunciamientos del IPCC. Ello contradice el reiterado mensaje de Trump para repudiar el Acuerdo de París, en el sentido que “el cambio climático es un invento que pretende proteger la naciente industria china, perjudicando la industria americana. Este fenómeno no está demostrado y no tiene un sustento real”. No obstante, el calentamiento global es una realidad y, como es obvio de toda obviedad, los EEUU no escapan a sus devastadores efectos. Llama la atención este Informe sobre el hecho cierto de que la temperatura promedio en los EEUU ha aumentado “rápida y drásticamente” desde la década de los 80´s del siglo XX y que, además  se hayan registrado en las décadas recientes las temperaturas más altas de los últimos 1.500 años (¡!).

EL TIEMPO APREMIA

Los años 2015, 2016 y 2017, justo cuando el Presidente Trump anunció el retiro de los EEUU del Acuerdo firmado en París por su antecesor, Barack Obama, han sido los años más calurosos desde que hay registros (1880), la temperatura media de la superficie del planeta el año pasado fue 1.1 grados superior a la del período 1880 -1900, considerado preindustrial. El año 2016 sigue siendo el top de la temperatura con 1.2 grados por encima de esta referencia. Como lo advierte el Secretario General de la OMM, el finlandés Petteri Taalas, “La tendencia a largo plazo de la temperatura es mucho más importante que la clasificación de los años individuales. Y esa tendencia es ascendente. Prueba de ello es que “17 de los 18 años más cálidos han sido registrados durante este siglo, y el grado de calentamiento en los últimos tres años ha sido excepcional.

Los estragos del calentamiento global van mucho más allá del sofoco debido a las olas irresistibles de calor que no se registraban desde hace 50 años, las cuales han provocado que, según el Informe Anual del Estado del Clima del gobierno de los EEUU, “el número de fallecimientos relacionados con este motivo aumentará en países como España hasta un 292% en comparación con el período entre 1971 y 2010”. Como lo destaca Taalas, “el calentamiento en 2017 estuvo acompañado por un tiempo extremo en muchos países del mundo. Estados Unidos ha vivido su año más costoso en términos meteorológicos y de desastres climáticos, mientras que otros países han visto su desarrollo ralentizado o revertido por ciclones tropicales, inundaciones y sequías”.

Y, para no ir más lejos, veamos lo que está aconteciendo en Colombia por cuenta del calentamiento global. Según el más reciente Informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), “en el 2050 podría desaparecer el último glaciar de Colombia”. Entre 2010 y 2018 pasamos de 45 a 37 Km² de estos ecosistemas; una reducción del 18 por ciento, en sólo 8 años (¡!). En sólo dos años se extinguió el 5.8% del área glaciar en Colombia. Esto es una barbaridad. Según el IDEAM, en el año 1850, aproximadamente, el país contaba con un área de 349 kilómetros cuadrados (Km²) de área glaciar. Hoy tan solo quedan 37 Km², representados en dos sierras nevadas (El Cocuy ó Güicán y Santa Marta) y cuatro volcanes nevados (Ruiz, Santa Isabel, Tolima y Huila).

El Informe del IDEAM es patético al referirse a la evolución del Santa Isabel, “en enero del 2016 su área era de 1,01 Km² pero para febrero del 2018 ya era de 0,63 Km², es decir que tuvo una reducción del 37 por ciento en tan solo dos años. El espesor de hielo del glaciar disminuyó 11 metros. Y al preguntarse sobre las causas de este fenómeno se responde: “las causas de esa crisis son cuatro: el impacto del último fenómeno climático de El Niño en 2015-2016, junto a la baja nubosidad y alta radicación solar que aceleró el derretimiento del glaciar; luego, esa condición de calentamiento trajo consigo que no hubiera aporte de nieve suficiente, lo que básicamente es la vida del glaciar, el alma. La tercera razón son los depósitos de ceniza volcánica en el interior del hielo que terminan actuando como un material abrasivo que acelera la fusión de este ecosistema. Y, por último, Santa Isabel es un glaciar bajo, ubicado por debajo de los 5.000 m. s. n. m., lo que lo hace más vulnerable a las condiciones de calentamiento”. Estamos viviendo, entonces, en tiempo real, una verdadera tragedia ambiental que compromete la habitabilidad de nuestro Planeta, frente a la cual no podemos permanecer impasibles. El tiempo para actuar y detener esta alocada carrera hacia el abismo apremia!

Economista de la Universidad de Antioquia, fue Senador y Presidente del Congreso, Ministro de Minas y Energía, y Director Ejecutivo de la Federación Nacional de Municipios hasta principios de 2017.