Para descansar un poco de análisis científicos, de pronósticos económicos y de debates políticos sobre el coronavirus, una mirada desordenada a algunas paradojas y hechos curiosos que va dejando la pandemia y las medidas para combatirla.
El virus obliga al homo sapiens a recluirse y frenar sus actividades y la naturaleza florece: con menos emisión de gases disminuye la polución del aire, vuelve a ser transparente el agua de los canales de Venecia, pájaros y animales pasean por las calles vacías de pueblos y ciudades.
La pandemia demostró lo inservible que son las armas, lo débil que es el poder, lo inútil que es la riqueza, lo importante que es un médico y lo necesario que son los campesinos que nos surten de comida.
Después de décadas de tratar de reducir al Estado, de desmontar las redes de protección social, EE.UU Y Europa comprueban con miles de muertos que el mercado no es suficiente, que la salud es un bien público no un negocio, y que el Estado de Bienestar no es un lujo sino una necesidad.
El virus saca lo mejor y lo peor de la naturaleza humana: emocionantes muestras de solidaridad y apoyo a los más débiles, pero también aumento del 70% en los casos de violencia doméstica contra mujeres y niños.
Las grandes potencias cierran sus fronteras y una pequeña isla, Cuba, da ejemplos de solidaridad recibiendo barcos con enfermos que todos los países rechazan y enviando a sus médicos a ayudar a Italia, el país con más muertos por el virus.
También aprendemos a apreciar más lo público. Ciudades como New York o Tokio tienen enormes y hermosos espacios públicos donde la gente escapa de la estrechez de sus pequeñas viviendas. Con el virus se perdió ese privilegio y la cuarentana es más dura.
Guerrillas en Colombia y Filipinas acogieron el llamado de la ONU a un cese al fuego para concentrarse en la lucha contra el coronavirus. Trump endurece el bloqueo a Cuba y despliega la fuerza naval gringa para amenazar a Venezuela, todo por ganar los votos cubanos en la Florida.
El vivo bobo la acaba pagando: Empresas gringas, como las de los grandes cruceros, que para evadir impuestas en Estados Unidos se domiciliaron en paraísos fiscales, ahora por la pandemia necesitan las ayudas y subsidios del gobierno pero no los pueden recibir por ser extranjeras.
Se cierran todas las fábricas de automóviles y todas las que producen bienes no esenciales, pero Trump decide que la producción de armas debe continuar.
Por el virus China paró su producción y frenó la cadena de abastecimiento mundial para muchas empresas. Ahora quiere reactivarla, pero está limitada porque los pedidos del resto de mundo han caído por el virus
La iglesia católica cierra templos y suspende ceremonias de Semana Santa. El gobernador de Florida permite los cultos religiosos y algunos pastores evangélicos obligan a sus fieles a que les sigan pagando el diezmo. En Israel, el mayor contagio es entre los ultra ortodoxos que confían en sus ritos para protegerse del virus.
La retórica de Trump de ignorar la gravedad del virus para no parar la economía y no perjudicar su reelección ha logrado que “América First” sea realidad: primera en número de contagiados y pronto será la primera en muertos. El Brasil de Bolsonaro ya ocupa ese primer lugar en América Latina.