Colombia ha empezado en la última década a diseñar planes de política pública de largo plazo, como el plan fiscal de mediano plazo o el plan decenal de educación. Sin embargo esta política de planificación estatal está concentrada en el gobierno central, lo que dificulta generar una política coherente al sector educativo según las condiciones propias de cada departamento, con el fin de minimizar las debilidades existentes y potenciar sus fortalezas.
Es necesario diseñar una política pública que esté dirigida a afianzar las virtudes del sistema educativo sobre la sociedad y el aparato económico de la misma, mientras se aminoran las amenazas que este posee. Así que es importante analizar las virtudes sistémicas de la inversión y diseño adecuado de una política pública de largo plazo para el sector educativo que contribuirá a la construcción de paz.
El sistema educativo tiene un efecto sistémico, el cual es producido al estar situado entre el aparato productivo de la sociedad y los elementos sociales de la misma, esta condición lo convierte en una de las principales fuentes de movilidad social que posee cualquier país. Tal y como lo expresa Levine, M. S. (2016) quien menciona que el sistema de movilidad social de la educación se basa en la condición de que el ingreso futuro de las personas con mayor nivel educativo es estrictamente mayor a las personas que posean un menor nivel educativo. Esta característica de incrementar los ingresos de las personas que poseen un mayor nivel educativo es en esencia el mecanismo para mitigar la pobreza.
La estructura del sistema educativo colombiano genera divergencia en términos distributivos tanto en departamentos como en quintiles poblacionales, razón por la cual es imperativo descentralizar los esfuerzos del sistema educativo con el fin de hacerlo más accesible en las regiones más marginadas del territorio nacional, donde casualmente son en sí mismas las regiones más pobres y azotadas por el conflicto armado, para así cerrar las brechas entre regiones y reducir la desigualdad en términos de ingreso. Así que solo mediante el imperativo expreso se evidenciaría la práctica efectiva de la gobernanza para la paz.
Por tanto el verdadero aporte de la educación va a estar en crear unas bases sólidas y firmes de paz, y para lograrlo es necesario afianzar la presencia del estado en el territorio, la consolidación de justicia social, y la creación de mecanismos de desarrollo regional. Pero para poder cosechar las bondades hay que minimizar los riesgos que amenazan la política educativa, como la incapacidad financiera del sistema, las barreras de ingreso, la baja calidad de la educación, y especialmente la falta de coherencia inter-temporal en el modelo de educación, dado que en gran parte de instituciones educativas el modelo impuesto sigue siendo tradicional, y no se ajusta a los cambios sustanciales que trascienden las líneas de temporalidad. La educación al igual que la tecnología y la ciencia requiere constante renovación, permitiendo que los estudiantes afiancen sus propias habilidades cognitivas sin que estas sean valoradas o juzgadas de forma general y estandarizada.
Por tanto toda acción gubernamental enfocada en la distribución del ingreso para la educación, debe estar enfocada en la modernización del sistema, con el fin de fomentar la calidad de formación integral, entendiendo al estudiante como sujeto activo constructor de pensamiento crítico y poseedor de habilidades únicas y especiales que permitirán romper paradigmas e innovar con propuestas de desarrollo efectivas.
Solo así se determinaran los supuestos lógicos del fomento de inversión pública en educación como mecanismo de gobernanza para la paz. Partiendo del uso más racional de los recursos públicos y garantizando la implementación de estrategias de acción idóneas para el desarrollo territorial. Para lo cual es importante tener en cuenta que la proyección descentralizada permite canalizar mayores recursos que permiten cosechar los frutos de una buena administración y una adecuada inversión en la mejora continua e integral del sector educativo acorde a la necesidad de transformación estructural que demanda el progreso social.
Si la gobernanza se proyecta en la educación como camino para la paz, estaremos asegurando la trasformación social que tanto anhelamos. Como dijo Nelson Mandela: La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.