«Que nadie les robe la felicidad, que nadie les robe la esperanza» fueron algunas de las contundes frases pronunciadas por su Santidad Francisco durante su visita a Colombia.
El momento no podía ser más oportuno, pues el Obispo de Roma como Pastor de la iglesia católica sabe bien nuestras dificultades y el momento tan crucial y definitivo por el cual atraviesa nuestro país.
Nuestro carismático Papa nos hizo un llamado desde lo más profundo de su corazón, con la esperanza de que atendamos su mensaje de Paz y reconciliación, pero, tal parece que el perdón, ese mismo perdón que clama Francisco, no existe en el corazón de algunos. Muy triste!
De nada sirve celebrar la llegada de su Santidad y darnos golpes de pecho ante sus sabias palabras, sino las ponemos en práctica durante nuestra cotidianidad y en nuestro trato hacia nuestros semejantes.
De nada sirve la Paz de Colombia, si sentimos odio y rabia con nuestros vecinos, de nada sirve haber hecho la Paz con las FARC si todavía existe rencor en los corazones, de nada sirve haber silenciado los fusiles si nos seguimos viendo como enemigos.
Llegó el momento de perdonar, de superar la sed de venganza y muerte y avanzar en la construcción de una nación grande que se levante desde las cenizas y edifique valores, que las nuevas generaciones luchen por combatir los flagelos de la sociedad actual, que fenómenos tan graves y penosos como la corrupción que hoy carcome al país desaparezcan para siempre, que la pobreza que agobia a miles y miles de compatriotas sea cosa del pasado, que la violencia que aún irradian algunos grupos armados ilegales caduque más temprano que tarde.
El mensaje del Papa Francisco es contundente, acojámoslo y vivamos como un pueblo que superó la horrible noche y que hoy avisora un futuro prometedor, sin más egoísmos, sin poner por encima el bien individual sobre los intereses colectivos, sin seguir pensando en el país del pasado, los colombianos podemos sobreponernos ante las adversidades y la historia así lo ha demostrado.
Entonces que nadie nos robe la felicidad, que nadie nos robe la esperanza, de nosotros depende que la tristeza y el pesimismo se apoderen de Colombia de nuevo.