En el ranking del Consejo Mundial de Energía (WEC, por sus siglas en inglés) para el 2013 el Sistema energético colombiano ocupaba el 7º lugar entre 124 países evaluados. Pero, al discriminar nos encontramos con que mientras en Sostenibilidad energética es el 4º lugar y en Seguridad energética el 5º, en cambio en Equidad energética ocupa el no honroso lugar 85º. Y ello se debe a que el acceso a los energéticos sigue siendo una asignatura pendiente, sobre todo en las zonas rurales.
En Colombia solo el 17% de la energía que se consume es eléctrica y el 80% de la energía que consume la industria es de origen fósil. De ello se sigue que tanto en generación eléctrica como en la industria hay nichos de mercado importantes para el Gas Licuado de Petróleo (GLP), más conocido como Gas propano. Este tiene una larga historia en Colombia en paralelo con el Gas natural; es más este penetró y se expandió a todo el país gracias a la cultura del Gas forjada por el GLP. Fue el caso de Bogotá, en donde antes de que llegaran las primeras entregas de Gas natural desde el campo de Apiay, el GLP le abrió el camino como sucedáneo del cocinol, que se consumía en 260 mil hogares hasta los albores de la década de los 90 del siglo XX.
Colombia adquirió un serio compromiso con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), la Agenda de París (COP21/2015) y con la OCDE y con la meta de reducir en un 20% las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) hacia el 2030. El GLP es un aliado, un complemento necesario, para alcanzarla, en la medida que contribuye a la reducción de las emisiones de GEI, además de su versatilidad, portabilidad y asequibilidad.
Más de 1.5 millones de hogares en Colombia usan leña o carbón vegetal para la cocción de sus alimentos, con una ínfima eficiencia energética, que oscila entre el 5% y el 15%. Su uso contribuye a la deforestación que ha crecido 23% en 2016 y 32% en 2017, al punto que en este último año se talaron 219.000 hectáreas de bosques. Es urgente sustituir el uso de la biomasa para la cocina, en el campo especialmente, deteniendo esta depredación y reduciendo la morbo-mortalidad por cuenta de la contaminación que genera su combustión.
A nuestro paso por el Ministerio implementamos un Plan piloto para el suministro de GLP en cilindros en tres departamentos del sur del país (Nariño, Putumayo y Caquetá), con los estratos 1 y 2 como población objetivo, el cual, según la auditoría externa de dicho programa ha tenido un rotundo éxito. Gracias a este Programa se redujo ostensiblemente el consumo de leña y de carbón vegetal en su área de influencia, y se redujo en un 19% la prevalencia de enfermedades respiratorias. Para ello se dispuso de los recursos para subsidiar a las familias beneficiarias, 50% del consumo en el estrato 1 y 40% en el estrato 2. Hemos propuesto amplificarlo y extenderlo a otras regiones del país. De hecho el servicio de GLP tiene una cobertura actualmente de 69% de usuarios del estrato 1 y 25% del estrato 2, llegando hasta 922 municipios del país.
Igualmente planteamos la gran oportunidad de reemplazar el consumo de diesel para generar energía en las zonas no interconectadas del país (ZNI) que, además de distantes con de difícil acceso y con una muy baja densidad poblacional, toda vez que cuesta más el transporte del combustible que el combustible mismo. El GLP, además de ser menos costoso es mucho más eficiente que el diesel que se utiliza para la generación de energía.
El GLP tiene muchas posibilidades de tener un mayor peso en la matriz energética del país, pero para ello es menester ampliar la oferta del mismo, hoy restringida, la cual podrá darse a partir del año entrante una vez que entre en operación la Planta de Cupiagua, en Casanare. Además, ya se esta construyendo el primer puerto para importarlo desde los EEUU, el mayor productor mundial de GLP, cuyo precio resulta competitivo. El GLP tiene un gran futuro por delante y está llamado a contribuir a mejorarle las condiciones de vida a la población más vulnerable del país. Además del consumo domiciliario y de parte de la industria, susceptible de ampliarse aún más, otro nicho de mercado importante para el GLP es el Autogas, como ya viene sucediendo en el resto del mundo, en donde circulan 27 millones de vehículos que usan el GLP como combustible motor.
Pero, para que ello sea posible se requiere nivelar la cancha con el Gas natural, que hoy aventaja al GLP gracias a que cuenta con los incentivos de los que este último carece. El contraste es evidente, mientras el subsidio presupuestado para el consumo de Gas natural es del orden de los $721.865 millones para el 2018, mientras que para el consumo de GLP sólo se apropiaron $55.576 millones, beneficiando a sólo el 1.1% de la población. Además, en la medida que se cuenta con un mercado bastante maduro, el mismo está urgido de un Gestor del Mercado, similar al del Gas natural, que ponga orden y genere información confiable, al tiempo que facilite las transacciones y morigere la volatilidad del precio. No estamos en pañales, pero sí tenemos mucho por hacer para integrar aún más el GLP a nuestra canasta energética, la cual debe responder a un planeamiento energético integral.