Antes de tomar posesión, el presidente Gustavo Petro, sigue dando muestras que el cambio va en serio, que el cambio es cambiando. Al anuncio del equipo de gobierno, sobre todo del Ministro de Defensa, Iván Velásquez, se suma una informal declaración de interés del designado canciller Álvaro Leyva Durán, con su homólogo de Venezuela Dr. Carlos Farías, de restablecer no solo las relaciones económicas y comerciales, sino las diplomáticas y políticas y a partir del mismo siete de agosto, muy próximamente con las respectivas embajadas en Caracas y Bogotá y los consulados. Nos atropella el Presidente Petro con buenas noticias.
Claro que nos gusta a la mayoría de colombianos este rápido hecho de gobierno, se siente que habemus presidente, pero sobre todo, porque era una necesidad de nuestros pueblos colombiano y venezolano.
El capricho ideológico doctrinario de Duque, Uribe y el Centro Democrático nos llevó a sufrir una destrucción no solo de las relaciones institucionales y comerciales, sino que impactó muy duro socialmente a nuestras gentes.
Es increíble que el artificio y la torcida estrategia del enemigo interno o el enemigo externo para ganar opinión en Colombia haya llegado a esos extremos casi que demenciales, con muchas consecuencias nefastas hasta de pronto irreversibles para mucha gente del hermano país y de nuestras gentes de la frontera, guajira, nortesantandereana, araucana, etc.
Duque le declaró la guerra a Maduro, promovió el bloqueo económico y político a Venezuela, se inventó ese esperpento del “Grupo de Lima”, fungió con esto como el líder latinoamericano, le gastó tiempo, recursos, energía a esta exótica, deliberante iniciativa para quedar en nada.
Llegó a descuidar sus responsabilidades nacionales internas para aparentar esa impostura de líder internacional, casi que le declara la guerra a Putin por el conflicto Rusia-Ucrania. Deja destruidas las relaciones internacionales de Colombia, mucha vanidad, mucha arrogancia que a la larga solo fue una impericia y una falta de rigor, nunca fue un estadista.
Por el bloqueo, la frontera quedó en manos de los “Caparros”, “Pelusos” y toda la pelusa criminal.
Se inventó la “presidencia de Guaidó”, a quien los bandidos le brindaron seguridad para asistir a la fiesta binacional donde le dio pocas horas de “gobierno” a Maduro, eso fue en febrero del 2019 más de tres años. Fue un gran oso mundial, hasta el invitado presidente de Chile, Sebastián Piñera le protestó por esa fiesta loca, emborrachados de poder y de veleidades. Así no se maneja un gobierno, además destruyó las exportaciones colombianas de leche, papa, marroquinería y otro tipo de productos.
Los productores nariñenses para hablar de un solo caso se quebraron por esto, ni qué decir de los comerciantes, empresarios, emprendedores cucuteños y norte santandereanos. Cúcuta, dicen ellos mismos, era y es aún una ciudad sombría, pero todo esto era un designio de la estrategia del enemigo externo para conseguir aplausos de los colombianos que aprendieron personalmente a odiar a Maduro.
Maduro se queda, ¡Duque, se va!