En medio del ambiente decembrino, la unión familiar y el descanso laboral, muchos meditamos sobre los propósitos para el nuevo año, esas cosas que quedaron por hacer y se vuelven primordiales. La difícil pero acostumbrada bajada de peso, por ejemplo. Sin embargo tengo que decir que mi gran propósito para el 2018 tiene nombre propio: ¡Bogotá!
En el mes de enero cuando renuncie a la Personería de Bogotá. Me dedique a recorrer la ciudad, con el fin de conocer de primera mano las problemáticas de la gente y palpar la realidad que a veces se trata de solucionar tras un escritorio.
Desde cualquier perspectiva observamos que hay irregularidad en los temas básicos que competen a los ciudadanos, y en aras de que el país tendrá un nuevo Congreso, que será elegido en una de las mayores crisis institucionales y de credibilidad, donde la corrupción y las viejas costumbres de hacer política, aparecen como los enemigos a vencer, nuestro compromiso de actuar se hace impostergable.
A puertas de un año que trae consigo decisivas jornadas electorales, es necesario decir que si no salimos a ejercer nuestro derecho al voto, ¿cómo reclamamos mayor inversión para la educación?, o ¿cómo protestamos por la inseguridad que nos acecha a diario?.
El verdadero desafío radica en cambiar el actuar para mejorar la percepción y la mala reputación de la que vive la política, que ha generado el abstencionismo y la apatía de la ciudadanía a la hora de elegir. Requerimos políticos que representen, que estén dispuestos a servir a la sociedad fuera de la campaña electoral.
Es hora de priorizar y aprovechar esos 365 días, las leyes y las normas deben gozar de procesos de socialización, discusión y concertación. No debe haber espacio a leyes a base de pupitrazos. En este proceso se debe romper el paradigma de que los políticos son innecesarios.
Las instituciones deben servir a raíz de las verdaderas complejidades, hoy por hoy el país esta viviendo una transformación necesaria que debemos seguir impulsando desde los órganos gubernamentales y desde la sociedad misma.
No podemos asumir la política como una tarea que no sirve y engrandece el ego. La política es para servir y quien sirve siempre es humilde y está dispuesto. ¡Ese es el reto!