Este viernes 16 de marzo, al terminar el periodo de inscripción de candidatos a la Presidencia de la República, se dio inicio formal a la campaña para elegir al sucesor de Juan Manuel Santos. Encuestas van y vienen, y, si bien es cierto que no son de fiar, tienen por constante la permanente caída en la intención de voto hacia Sergio Fajardo y la casi desaparición de Humberto de la Calle.
Fajardo y De la Calle, experimentados políticos, movidos por su vanidad y ambición personal, han cometido crasos errores a lo largo de los últimos meses, pero, sin lugar a dudas, la negativa a unirse desde un principio será el que les saldrá más costoso. El resultado es claro: dos campañas insulsas e insípidas, incapaces de atraer el interés ciudadano y que, apenas comenzando la carrera hacia la presidencia, ya comienzan a desbaratarse.
Humberto, pese a la resistencia generalizada de la ciudadanía debido a los altos costos que ello implicaba, insistió en medirse en una consulta con Juan Fernando Cristo. Elegido como candidato del partido Liberal con una mediocre votación, buscó fortalecer su aspiración llamando a Clara López para que fuese su fórmula a la vicepresidencia; no pudo pensar en nadie más impopular y odiado por el grueso de la ciudadanía debido sus vínculos no claros con el denominado “Carrusel de la Contratación” en la alcaldía de Samuel Moreno. Marcando apenas el 5% de intención de voto en la más reciente encuesta, De la Calle, impotente, ve como su propio partido le da la espalda y corre hacia toldas de Vargas Lleras.
Fajardo, en actitud napoleónica, se hizo proclamar candidato de la coalición que se estaba negociando entre su grupo significativo de ciudadanos, “Compromiso Ciudadano”, con los Partidos Alianza Verde y Polo Democrático Alternativo. Al imponerse en forma autoritaria irrespetó el sentimiento de los militantes de dichas colectividades, y el resultado está a la vista: su supuesta coalición, que solo existe en el papel, naufraga. Por un lado, los líderes de la Alianza Verde lentamente se están acercando a Petro, quien, en un acto digno de su propia calaña, eligió a Angela María Robledo, congresista por la Alianza Verde, como su vicepresidenta para incrementar la presión sobre éstos. En el Polo Democrático las cosas no son diferentes, el mismo Iván Cépeda, congresista y principal líder de esa colectividad, comenzó a hablar de dejar a sus militantes en libertad para que puedan votar por Petro o por Fajardo, a bien lo tengan. Todo esto pudo haberse evitado si Sergio hubiese aceptado concurrir el pasado 11 de marzo a una consulta interpartidista con Claudia López y Jorge Enrique Robledo, como se le insistió hasta la saciedad.
Fajardo, más papista que el papa, ha rechazado de plano concurrir a una consulta interpartidista con Humberto de la Calle, actor y protagonista del gobierno actual, para evitar relacionarse con corruptos; curiosamente se alió con el partido político que desfalcó a Bogotá: el Polo Democrático. ¿Sindéresis?
En una actitud que casi raya con el desespero, miles de ciudadanos claman una unión entre Sergio y Humberto para evitar lo que, desde ya, promete ser la crónica de una quemada electoral anunciada para ambos candidatos; “Sergio De La Calle”, lo ha denominado Roy Barreras. Ignoran que es muy poco probable que algo así ocurra. La elección presidencial está reglada por ley y tiene varias etapas que deben ser respetadas e imposibles de pretermitir. La inscripción de candidaturas ya pasó y los candidatos que se inscribieron no pueden retractarse salvo que se produzca una revocatoria de sus respectivas candidaturas por causas constitucionales, legales o inhabilidad sobreviniente posterior a la inscripción. Por demás, Humberto, al haber sido elegido como candidato oficial mediante una consulta de un partido, está obligado legalmente a acudir a la elección en primera vuelta so pena de tener que reintegrar al Estado todos los costos asociados a su fallida candidatura (artículo 7, ley 1475 de 2011); esto le implicaría el tener que pagar una sanción cercana a los $60.000 millones de pesos, teniendo en cuenta los costos de la consulta en la que fue electo, los recursos de la reposición de gastos que recibió y los anticipos que ya ha recibido para su campaña presidencial … por no mencionar el pago anticipado de los cuantiosos créditos bancarios a los que ha recurrido para financiar su aspiración electoral. ¿Le alcanzará el altruismo para tal suicidio económico en beneficio de la patria?
Sergio y Humberto, dos personas dignas de llegar a la Presidencia por su vasta trayectoria, hoy ven esfumarse su sueño de construir un mejor país fruto de su ego e idiotez. En el entretanto, los ciudadanos hemos quedado condenados a hacer parte del juego de la radicalización política que, en el peor de los escenarios, terminará llevando a Álvaro Uribe nuevamente al poder, o, en el “mejor” de los casos a Germán Vargas Lleras.
Bien dijo Voltaire que “La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”.