Los presidentes de turno inician su gobierno regularmente con un alto índice de favorabilidad dentro del conglomerado, puesto que sus electores gozan de las mejores expectativas según el plan de desarrollo planteado. Posteriormente, esto se desvanece por consecuencia de algunas medidas que, de lejos, contravienen el anhelado beneplácito de los ciudadanos. Y es acá donde decae en dimensiones proverbiales la privilegiada favorabilidad para cualquier mandatario, pues no es fácil dar apertura a un nuevo gobierno, mucho menos cuando se soporta un excesivo compromiso en la agenda nacional.
Pero, a decir verdad, no sabemos con certeza si esta sea la realidad actual que padezca el presidente Duque, quien, en escasos 100 días sobrelleva supuestamente sobre su espalda el lastre de un nivel de desaprobación mayúsculo, según los sondeos de Invamer y Polimétrica de 27,2% y 33% respectivamente. Empero, ahora observamos como aquella imagen de manera repentina ascendió de 27.2% y 33% (desfavorable) a 48,5 % (casi que favorable) en sólo cinco días, según el sondeo actual de Guarumo, connotando allí una nefanda contradicción entre las encuestadoras.
Sin lugar a duda, encontramos una antinomia entre las firmas que, flaco favor le hace a la democracia, dado que debieran mantener coherencia con análisis serios y estructurados. Además, no solo resulta irresponsable sino también desequilibrado considerar que la semana pasada el presidente de los colombianos padeciera tan abrupto rechazo y en apenas unos días sea dizque aprobado por una mayoría. ¿Cómo se efectúo dicha medición? ¿A quién le creemos? ¿Se tratará de un pronóstico hechicero?
Ahora bien, en nuestra opinión, consideramos que independiente de los sondeos es factible deducir que sí existe un gran nivel de desaprobación sobre el presidente Duque y aquel surge como reacción a la denominada ‘ley de financiamiento’, el paro estudiantil, la imposibilidad de reformar los acuerdos de paz, la pasividad frente a temas estructurales de la agenda nacional, y, como si fuera poco, el escueto apoyo por parte de miembros de su propio partido, pues algunas veces los congresistas del Centro Democrático parecen más opositores que partidarios.
Y es esto lo que la opinión pública no ha logrado digerir porque, no encuentran razonamiento lógico en el hecho de que el partido de Gobierno difiera sustancialmente en aspectos trascendentales con el mandatario que ellos mismos ayudaron a elegir. El conducto regular es encontrar apoyo y camaradería, no animadversión desmesurada.
¡He ahí motivos de sobra para pavimentar una maciza impopularidad!