Con el advenimiento de la pandemia y el consecuente auge de la virtualidad para el desempeño de actividades laborales, académicas y de esparcimiento, conceptos de teletrabajo o trabajo en casa además de utilizarse de forma reiterativa, se usan como sinónimos cuando en realidad no lo son.
Es así que como ciudadanos es vital conocer cuál es la diferencia entre estos conceptos, e igualmente ser conscientes que muchos de los trabajos o actividades que mutaron a la virtualidad, llegaron para quedarse. _______________
La virtualidad ni es ni será temporal, o nos adaptamos o quedamos por fuera del mercado laboral.
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Pero retomando el tema del trabajador, gracias a la globalización, al covid-19 y al decreto 491 de 2020, el teletrabajo y el trabajo en casa están a la orden del día.
Para el caso de Colombia, la ley 1221 del 2008 define al teletrabajo como “Una forma de organización laboral, que consiste en el desempeño de actividades remuneradas o prestación de servicios a terceros utilizando como soporte las tecnologías de la información y la comunicación – TIC para el contacto entre el trabajador y la empresa(…)”
Mientras que, el trabajo en casa es una opción ocasional que tiene el trabajador para desarrollar sus tareas sin cambiar sus actividades ni sus condiciones.
Es así que la gran diferencia entre estos es la flexibilidad y ocasionalidad del trabajo en casa; y la dependencia casi absoluta a las TIC en el desarrollo de las funciones del teletrabajo.
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Pero indistintamente de sí se trata de trabajo en casa o teletrabajo, al trabajador se le deben garantizar sus derechos, el pago de la seguridad social y las condiciones e igualmente, herramientas mínimas para el cumplimiento de sus funciones.
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Pero aún tras la pandemia y con todos los costos en que hemos incurrido tanto personal, como gubernamentalmente, es impensable que algunos trabajos o tareas retornen a la presencialidad, lo cual traerá algunos perjuicios y beneficios, tales como:
Pros:
– Menor tráfico y por lo tanto menos contaminación (emisiones de los vehículos).
– Menos gastos hormiga, como el café o el jugo de naranja. Lo cual podría implicar más ahorro.
– Inversión en TICS, agilidad en procesos y tareas. Generación de empleos para la creación y capacitación de herramientas digitales.
– Mayor visibilización de emprendimientos, al estar más conectados aumentan las posibilidades de compra. Comercio digital.
Contras:
– Se perjudica gravemente al empleo informal.
– Cierre de establecimientos de comercio/ locales, por
el cambio en el comportamiento del consumidor.
– Gastos en tecnología, mayor endeudamiento del empleador. (Que para las MIPYMES puede causar su cierre al no tener el capital para adaptarse).
– Mayor sedentarismo, lo cual a largo plazo generaría más obesidad y el desarrollo de enfermedades asociadas, implicaría un gran costo al sistema de salud.
El hecho que la excepción sea la presencialidad es un cambio drástico al que paulatinamente nos tendremos que acoplar. La nueva realidad es un reto, que implica aprovechar los gastos en que se incurrió para enfrentarla, gastos que está en nosotros convertirlos o no en inversión.
Y es que por un lado, el manejo y diseño de programas, apps, siempre será un plus; y por otro, la inversión en plataformas digitales, páginas web, desarrolladores, redes sociales, creación de videojuegos, entre otros, puede ser una gran apuesta, que a futuro brinde grandes dividendos.