El país tenía la esperanza de que con el nuevo gobierno del presidente Duque, que había sepultado el “castrochavismo de Petro”, acusado de querer nacionalizar la riqueza y expropiarle los bienes a pobres y ricos, empezaríamos a vivir una bonanza económica sin precedentes y sería posible superar, casi que de inmediato, todos los problemas heredados del gobierno de Juan Manuel Santos.
Luego de conocerse los resultados de las elecciones presidenciales en 2018, desaparecieron de las promesas de compraventa la cláusula que decía “no se pagarán arras, si se decide no realizar el negocio en caso de que gane Petro”; pero la economía no reaccionó como se esperaba. Y lo peor estaba por venir, luego de los prematuros anuncios del ministro Carrasquilla sobre los impuestos y las pensiones y un escándalo de presunta corrupción en el que está involucrado por el caso de los “Bonos de Agua”.
Los electores de Duque no pueden dar crédito a lo que están viviendo. Su decepción empezó a crecer, al comprobar que todos los anuncios que realizaban los miembros de su equipo ministerial eran producto de una terrible improvisación, que se matizaba con hechos curiosos y risibles, como que casi todo su gabinete (incluso la Vicepresidenta) estaban convencidos que el Presidente de la República era el senador Uribe.
Han pasado nueve meses de la posesión del presidente Duque y las cosas han venido empeorando. Su imagen se sigue desplomando (Desaprobación del 59% según Datexco en abril de 2019 y 58% según Polimétrica en abril de 2019). Su gobernabilidad está en ceros. Los proyectos más emblemáticos han sido despedazados en el Congreso. La regla fiscal está rota. La credibilidad del país en el contexto internacional se perdió. El presidente del principal aliado económico y político, Estados Unidos, se siente con el derecho de criticar y limpiar el piso con nuestro mandatario. Las muertes de líderes sociales siguen creciendo. La producción de drogas ilícitas y las áreas sembradas en coca y amapola van al alza. Las controversias entre los poderes públicos no se detienen. El Plan Nacional de Desarrollo es una colcha de retazos y una jaula de micos.
Todo es un caos. Los comentarios de los electores del presidente Duque son cada vez más duros contra él. Hay desasosiego en casi todos los sectores de la economía, aunque todavía se conserva una lejana esperanza de recuperación, la cual subsiste para no darle toda la razón a quienes opinaban que Iván Duque no tenía ni la experiencia ni la capacidad para ejercer con eficiencia la presidencia.
Como muestra de la decepción de la gente, además de la alta desaprobación del Presidente, la imagen del senador Uribe se desgastó, pues 57% lo desaprueba y sólo el 38% lo aprueba, según la encuesta de Datexto (abril 2019). Pero lo paradójico es que Juan Manuel Santos, que terminó su gobierno con una aprobación cercana al 20%, tiene ahora una imagen positiva del 47% y se da el lujo de ser aplaudido en cuanto escenario nacional e internacional se presenta, como ocurrió en la Feria del Libro de Bogotá, donde la multitud lo vitoreaba, mientras lo seguía por las calles de Corferias.