Las atinadas designaciones de quienes serán los ministros del gobierno del presidente electo Gustavo Petro marcan el comienzo de una nueva era y sus mensajes en tal sentido son muy contundentes.
Así mismo lo son las resientes designaciones para embajador de Colombia en los Estados Unidos y en las Naciones Unidas.
Tomando las palabras de la Sra. Francia Márquez vicepresidente de Colombia, llego el tiempo del cambio y de los nadias y los nadies.
El hecho de que las minorías representadas por los afros y los indígenas lleguen al poder en posiciones importantes significa un cambio con inclusión. Algo que se requiere en una democracia. Lo relevante de ello es que son personas calificadas según lo informan los medios de comunicación, y que han venido trabajando los temas y las distintas problemáticas de derechos humanos, desplazamiento de tierras, droga, etc., los que tienen una relación directa con los cargos que ocuparan.
Evidentemente algunos nombramientos han producido reacciones en contrario, como la del exmagistrado Iván Velásquez Gómez nuevo ministro de Defensa, quizás por su transparencia y su lucha contra la corrupción.
Los cambios causan molestia a los que estaban acostumbrados a sus andanzas o a mantener el statu-quo, pero si en verdad queremos enderezar el rumbo del país, debemos asumir el reto que esto representan.
La esperanza está latente en muchos colombianos, pues no se puede desconocer el hecho de que en Colombia existen distintas clases de connacionales: a unos se les corre y a otros se les ignora y no importa el sufrimiento de algunos. Parecería que el ser pobre es una condición que no merece compasión y ayuda para salir de ella y mejorar su calidad de vida.
No se puede negar que a algunos les gusta vivir de las dadivas del gobierno, pero muchos otros solo reclaman opciones de empleo y que se cumplan lo dicho en nuestra constitución respecto de lo que significa la función social del Estado.
Quitar las frutas podridas de las instituciones es saludable para todos y en particular para recuperar la credibilidad en el Estado de Derecho y mejorar la gobernabilidad.
Hay que darle al gobierno Petro el beneficio de la duda y de la esperanza. No podemos fustigarlo sin que ni siquiera se haya posesionado y gobernado.
El país debe recuperar su institucionalidad y la confianza de sus gobernados. Si de invertir en la paz, en la inclusión y justicia social, en calidad de vida digna y en desarrollo, es obligación de todos apoyar las buenas políticas públicas que nos garanticen esto, además de recuperar la legalidad que se ha perdido debido a la corrupción. Debemos también respaldar la lucha para recuperar la dignidad de los colombianos en el contexto internacional y mejorar la posición de Colombia en el mundo y en particular en la región.
El presidente Petro ha comenzado con el pie derecho. Finalmente alguien comienza dando mensajes de que lo que prometió en campaña lo piensa cumplir.