Aunque a través de la televisión, la crisis venezolana focaliza la atención del mundo entero y nos duele sin duda, sobre todo a los latinoamericanos, no se avizora para ella ninguna salida.
La única posible, como continúa insistiendo, en el terreno de lo ideal razonable, el expresidente de Colombia y de UNASUR, Ernesto Samper Pizano, sería la concreción de un “acuerdo de gobernabilidad democrática” que ya se le propuso por la mediación diplomática de la Organización y fue diluido por el gobierno venezolano en medio de largas que contribuyeron a debilitar a la MUD y al que no existe el menor riesgo de que Maduro acepte someterse ahora, ya que su intención desde siempre, según lo avala la marcha de los acontecimientos, no ha sido la de negociar un modelo que garantice la representación de las diversas fuerzas vivas del país en las instituciones del Estado, sino la de acaparar todo el poder a través de la profundización de la revolución chavista.
Con la realización de la Asamblea Constituyente en contravía de la propia constitución, el régimen acabó de cortar las amarras y quemó los barcos. No convocará elecciones libres, universales y abiertas porque está seguro de perderlas. Tampoco devolverá a la Asamblea Nacional los poderes que primero le arrebató su Tribunal Supremo de Justicia al declararla en desacato. Por el contrario, las hará desaparecer definitivamente por sustracción de materia al decapitar de un tajo a la propia Asamblea de diputados.
En el escenario de confrontación sangrienta en que se ha convertido Venezuela, resulta improbable plantear amnistías ni concertar un pacto social para la reactivación de la economía cuando, pese a la hambruna y a la escasez generalizada, ni siquiera parece factible la apertura de canales humanitarios para el abastecimiento de medicinas, alimentos y otros bienes básicos.
¿Por cuánto tiempo es sostenible en un mundo globalizado un régimen antidemocrático aislado, en circunstancias tan adversas y sin que se desate una guerra fratricida?
Existen ejemplos de que aferrarse y permanecer al mando a punta de represión no es imposible.
Aunque el panorama geopolítico actual es muy distinto al de la guerra fría, la Cuba de Castro ha sobrevivido desde octubre de 1960 a pesar del bloqueo comercial, económico y financiero que el gobierno estadounidense le impuso a la Isla como respuesta a las expropiaciones de bienes norteamericanos que los revolucionarios efectuaron.
Corea del Norte ha podido apalancar su régimen belicoso y avanzar sin pausa en el designio de convertirse en potencia nuclear con el respaldo de China, sin dejar de amenazar a los Estados Unidos, potencia contra la cual ¨técnicamente” mantiene el estado de guerra desde 1950.
Y, Robert Mugabe de 94 años lleva 37 de ellos al mando de Zimbabue, antes llamado Rodesia, uno de los países más prósperos del Continente Africano, hundido en la pobreza por su deplorable gestión económica, pese al desempleo que afecta al 80% de la población activa, el desabastecimiento, la hiperinflación y las multitudinarias manifestaciones para que se vaya.
¿Hasta que punto son eficaces las sanciones que le viene imponiendo la comunidad internacional a la cúpula chavista?
En términos institucionales se ha puesto en evidencia que tanto la OEA como la ONU no tienen instrumentos para hacer respetar los principios que fundamentan su propia existencia.
Mientras los Estados Unidos, la Unión Europea y más de cuarenta países rechazaron por ilegítima la Asamblea Constituyente de Maduro cuyos resultados fueron certificados como un mega fraude, por los mismos proveedores de los equipos que sirven de soporte a su sistema electoral, con excepción de Bolivia, Cuba y Nicaragua, muy escasas fueron las voces que se levantaron para respaldar este avance decisivo de Maduro hacia el autoritarismo.
Pero quienes lo censuran no están en capacidad de presionarlo para que mantenga a Venezuela dentro de los compromisos de la Carta Democrática.
Maduro hace rato está mirando hacia las potencias emergentes, con las cuales ha establecido nexos comerciales y de amistad.
¿Le brindarán éstas los respaldos económicos que requiere?
Rusia continúa siendo una potencia militar, pero aparte de su solidaridad política no está en condiciones de ofrecer ayuda material a Venezuela que ya le debe más de 1.000 millones de dólares. Con China, la deuda contraída ronda los 65.000 millones de dólares y respecto a India, única potencia aparte de los Estados Unidos que le paga el petróleo de contado, no está ni siquiera asegurada la continuidad del suministro, ya que levantadas las sanciones internacionales en contra de Irán podría volver a adquirir allí los barriles que hoy le compra a Venezuela.
Desde 2013 Venezuela registra la inflación más alta del mundo y a la fecha se ubica en niveles de hiperinflación. En 2017, las proyecciones de The Economist y de Bloomberg News, aseguran que la economía venezolana está peor que las de Cuba y Siria, y que las dos naciones, la primera sometida al bloqueo estadounidense por décadas y la segunda en plena guerra civil desde hace más de 6 años tienen mejores perspectivas de crecimiento que el vecino país.
Sin embargo, aunque los votos por la Asamblea Constituyente fueren solo los 3.500.000 que la Mesa de Unidad Nacional, cuenta como depositados, es evidente que aparte de las fuerzas armadas, el Ejecutivo, el poder Judicial, las autoridades electorales y la Fiscalía General, de la que ilegítimamente se acaba de reapropiar, todavía existe una base de apoyo popular que respalda al régimen y que los sectores apertrechados alrededor del gobierno mantienen sus lealtades. Hasta ahora, solo se registran brotes aislados de insubordinación y como a lo largo de toda su vida histórica el fiel de la balanza sigue siendo el estamento militar.