Este domingo las elecciones legislativas marcarán el pulso de los diferentes sectores políticos del país, y nos darán un mejor panorama de lo que podría pasar en la elección presidencial.
Con Gustavo Petro e Iván Duque como punteros en las encuestas, aún falta mucho por decir, primero, porque ambos van a consulta y esa atención mediática bien podría ser o no temporal, y por lo tanto su favorabilidad en las encuestas también. Petro hacía la izquierda tiene un sector de centro cercano y competitivo que no recibe todos los micrófonos hoy, y por eso falta ver que tanto termina por eclipsar a Sergio Fajardo, y Duque todavía tiene el gran musculo político de la derecha aglomerado con Germán Vargas Lleras a la espera del resultado de su consulta.
Lo lamentable de la elección es que se han recurrido a vías de hecho contra candidatos específicos, y esto demuestra que la división del establecimiento producida durante el Gobierno Santos y agudizada por el Acuerdo de paz, pone en tensión a los extremos que son los que hoy capitalizan mayor intención de voto.
Cada vez que se afirma que el Gobierno Santos se jugó todo su capital político estos años, es hablar más bien de cómo ha generado tensión en el electorado, por un lado, porque la oposición ha jugado a un discurso con más de una mentira, se ha rebajado en insultos, y ha creado fantasmas para exacerbar las emociones (ideología de género y castrochavismo, entre otros), y por otro lado, porque el gobierno se la jugó con una serie de medidas poco populares, el Acuerdo de paz (contaminado por los mares de desinformación de la oposición, pero además afectado por un plebiscito que sólo generó más descontento), la Reforma Tributaria (con la larga y difícil explicación de aumento de los impuestos), y los escándalos de corrupción de todo el establecimiento, pero también de los mismos poderosos aliados de este gobierno en las regiones.
El caldo de cultivo ha sido perfecto, y ante un gran número de candidatos presidenciales y una elevada incertidumbre sobre su triunfo, crece también el desespero de los sectores con antiguos rencores producidos por el conflicto, crece el descontento con la idea de que un sector u otro pueda ganar, y crecen las ganas de ganar a cualquier costa que hace que los mismos políticos organicen y lleven personas para los actos que en ocasiones terminan en violencia.
Ahora los dueños y señores de este lenguaje bélico de campaña se victimizan ante su propia obra, Gustavo Petro no pasa la página de su ataque, y aumenta su lenguaje anti-uribista, Álvaro Uribe Vélez solo tiene que insinuar algo en twitter para que sus mares de seguidores ataquen con improperios a cualquier contradictor, y así, el ejercicio político se va desfigurando para utilidad de unos u otros.
Me ha sorprendido como jóvenes de colectividades o grupos en dónde uno espera mesura y debates con argumentos, han venido degradando ese lenguaje contra aquellos que no opinan como ellos.
Y entonces la pregunta: ¿Y los colombianos que no jugamos a esa polarización qué? No intento descalificar o descartar de tajo una u otra candidatura presidencial, el llamado más bien debería ser para todos los que creen que esa es la forma de hacer política, sin medir las formas, o que no participarán porque están cansados del tono de estas campañas, aunque eso tampoco cambiaría en nada. Entonces, ¿Usted qué hará?