El mundo y el país continúan dando la batalla por superar cuanto antes la crisis generada por la contingencia del covid-19, situación que tiene contra las cuerdas la productividad y empleabilidad de la mayoría de las naciones.
No será fácil superar esta crisis, tampoco nos sobrepondremos tan rápido. Recomponer las cosas tomara de varios meses, recuperar las fuentes de empleo y el lugar laboral de muchos trabajadores será tarea de todos y un gran reto para los países. Sin duda, el mundo no será el mismo después del coronavirus.
Esta es una de las crisis más graves que afronta nuestra generación, el más grande reto que nosotros conocemos. Pero las crisis también traen grandes oportunidades y como país, tendremos que reinventarnos en muchos frentes, en muchos sectores que hoy no funcionan bien, en ese orden de ideas, debemos prepararnos para empezar a dar el debate que desencadene en la transformación social, económica y política que hoy el país requiere.
Primero, la reforma total al sistema de salud, que hoy privilegia los intereses empresariales y no el reconocimiento efectivo al derecho fundamental de la salud, tampoco ha respetado la dignidad laboral y prestacional del recurso que se dedica al reconocimiento de este derecho fundamental. Hoy el actual sistema está orientado a favorecer intereses empresariales de los intermediarios, llámese EPS, ARL o AFP y eso tenemos que cambiarlo.
También, debemos promover la defensa de los sectores populares, combatiendo la desigualdad, combatiendo la inequidad que vive Colombia como uno de los países más desiguales del mundo, apoyando la pequeña y mediana industria. Combatir la pobreza multidimensional, la miseria, la exclusión social y la marginalidad, debe ser, sin duda, uno de los compromisos impostergables en el mediano y largo plazo.
Tenemos que promover una sociedad más colectiva y solidaria, que tienda a superar las más agudas expresiones de desigualdad de Colombia, defender la pequeña producción agraria e industrial para generar empleo, ingreso y oportunidades, profundizar la implementación del proceso de paz como único camino al desarrollo y convivencia nacional, estimulando también el necesario diálogo de paz con el Ejército de Liberación Nacional para cerrar definitivamente el círculo de la guerra. Promover gobiernos regionales y nacionales, fruto de la más amplia convergencia de todos los sectores populares, sociales, estudiantiles, políticos, académicos y de trabajadores de tendencia progresista para derrotar la derecha que promueve el crimen, la muerte de los luchadores populares y gobiernos de intereses empresariales mezquinos e indolentes. Una coalición que sea capaz y este decidida a promover estás y otras reformas que ansían las mayorías nacionales.
En el campo político, tenemos que avanzar en el diseño de una gran reforma política, integral, sin vicios, sin triquiñuelas, sin micos, que sea transparente, de cara al país, a los ciudadanos y desde luego a nuestra democracia.
Para ello, es necesario la implementación de las listas cerradas para todas las corporaciones públicas de elección popular, pero donde no prime la cultura del bolígrafo que privilegia a unos pocos, sino con plenas garantías para quienes estamos en el escenario de la política. Se debe fortalecer entonces a los partidos, como instituciones que abran espacio sin distingo a los ciudadanos que quieran ganar la bendición de los ciudadanos en las urnas, sin exclusiones y con plenos derechos a ser parte de la democracia.
Colombia también debe dar el salto hacia la implementación del voto electrónico y el voto obligatorio al menos durante dos períodos, así podríamos combatir el alto abstencionismo que se presenta en las diferentes elecciones. Es sano pensar en que el país puede recomponer su rumbo, pero esa es una responsabilidad absoluta de los ciudadanos a la hora de acudir a las urnas. De ahí parte, en un alto porcentaje nuestro futuro como país, pero debemos elegir bien, gente preparada, que tenga claro los grandes problemas nacionales, que sea un líder holístico, que se interese por combatir la corrupción, ese gran cáncer que carcome todos los días a nuestras instituciones públicas, pero también privadas, sólo así Colombia podría avizorar nuevos días, llenos de esperanza, de optimismo, donde las nuevas generaciones gocen de una Nación prospera, donde se construya permanentemente y donde los sueños de todos se hagan realidad.
Finalmente en materia ambiental, debemos apostarle al desarrollo sostenible, a superar la era de la economía que depende del extractivismo y de los hilos internacionales y a cambio, impulsar energías limpias y renovables, por supuesto a estar también en Paz con la Naturaleza.