La noticia del asesinato de George Floyd por un oficial de policía en la ciudad de Minneapolis ha causado una ola de rechazo e indignación en las redes sociales, y en la opinión pública del país. Entre mis amigos y amigas, en donde hay varios psicólogos, y en nuestras conversaciones de la más variada índole, hablamos acerca de la indignación. A veces escucho posturas en donde se asevera que la indignación es esta explosión de emociones básicas, sin procesar, que expresa la reprobación frente a una acción o una situación que compromete nuestros valores y nos enfrenta a un juicio moral. Pero esta emocionalidad primaria, suele pasar y no plantea una ruta de acciones para dar solución a la situación que se reprueba. Inútil, llamarían muchos, porque es, fácil, primaria, que sale de las tripas y escala dentro de los individuos como un grito y la furia desarticulada. Y este es uno de los principales argumentos en los que se podría explicar nuestra tradicional indiferencia y apatía social.
Y hay algo que me asombra y me inquieta, y es la facilidad que tenemos los colombianos para hacer de esta emoción tan básica, tan rápida, tan entrañable y tan humana, sobre todo eso, una emoción que al sentirla nos hace más humanos y enaltece nuestros valores para elevarlos en defensa de una situación inaceptable y nos hace clamar por justicia (a veces no de las maneras más asertivas y efectivas), sea tan selectiva, es decir, lo que sorprendente es nuestra capacidad para seleccionar las situaciones en las cuáles se debe dejar salir este borbotón de indignación, y en cuáles no.
Apelando a esta emocionalidad y a la indignación que me causó ver las imágenes de horror del clamor de un hombre por su vida ante una autoridad abusiva y brutal, escribí en mis redes este pequeño escrito que a continuación comparto con ustedes:
“Soy Colombiano. Bogotano, hijo de un boyacense y una cundinamarquesa, ambos nacidos y criados en el campo. Afortunadamente nunca he tenido que sufrir discriminación por mi color de piel ni en Colombia, ni en el exterior (salvo el típico comentario «ah Colombiano, Pablo Escobar»)… Pero veo como nos indignamos por los eventos recientes en Estados Unidos (debemos estarlo), muchos memes, mucho #BlackLivesMatter, mucho #Anonymous, muchos perfiles en negro, mucho #BlackOutTuesday… Pero comencemos por nosotros. Aquí también hay casos de racismo y discriminación con nuestra propia gente, con los indígenas, afrocolombianos, desplazados, quienes al igual que en otras partes del mundo son las poblaciones más vulnerables, pero que son la verdadera fuerza y riqueza de nuestra cultura.
También veo aquí discriminación por nuestras propias culturas, creamos imaginarios basados en prejuicios sobre ser de Bogotá, de Medellín, ser costeño, caleño, santandereano, pastuso o pacífico. Y me causa gracia cuando se autodenominan como la «gente de bien» ¿desde cuándo ese arribismo implica ser superior a alguien y tener derecho a abusar por ello?
Si realmente nos duele ver cómo en Estados Unidos se sigue abusando de los afroamericanos a pesar de todo el sufrimiento que ha pasado a lo largo de la historia, deberíamos comenzar a defender e indignarnos de igual manera por los abusos y discriminación que aquí se cometen. La muerte de George Floyd es igual a la muerte de un campesino, un indígena, un afrocolombiano o un líder social. Que la muerte de George Floyd sea un llamado para el mundo, y que no quede impune ni sea en vano. Pero que sea el inicio de ver lo que sucede con nosotros y lo que hacemos aquí, porque la indignación por el abuso es para todos y por igual!!!”
Y ante esto postulo mi reflexión, ¿Qué hace que tengamos un código variable de imperativos éticos y morales, que depende la situación en donde vemos las injusticias?, ¿Por qué la sociedad colombiana es tan solidaria cuando ve injusticias y tragedias en el exterior, pero no nos compadecemos, ni nos solidarizamos con el dolor de nuestros compatriotas?, ¿Por qué el esnobismo tan presente en nuestra sociedad hace que sea aceptable elevar la protesta ante un hecho lejano, pero tan cercano a lo que vemos día a día?
Es hora de que nos reconozcamos como seres que obramos de manera íntegra moral y éticamente. Que la injusticia nos indigne y enfurezca de igual manera, no importa si es George Floyd, o un líder social, o un campesino o un indígena asesinado porque lucha la dignidad y el bienestar de su gente. Es hora que seamos menos “posers”, y más seres humanos que se alzan ante la injusticia. No importa si es en una red social, no importa si es en el día a día, no importa si es en una marcha, o en una conversación con amigos o en familia. Lo importante es que seamos más humanos por acción y no por definición frente a la selectividad de la indigación.