Esta columna se hace con algunos comentarios sobre las elecciones y las eventuales alianzas que se puedan conformar, no con la pretensión de dar orientaciones a nadie, sino como una contribución a la reflexión que deben o deberían hacer los dirigentes o líderes políticos.
En Colombia cada debate electoral es diferente; en el mismo sentido es el comportamiento de los ciudadanos votantes. Se equivocan quienes creen que puedan hacer cálculos y proyecciones con base en los resultados de los últimos o anteriores debates electorales. Esto es explicable, por la poca capacidad de convocatoria actual de los partidos políticos –los tradicionales y los más recientes- y por supuesto las débiles lealtades partidistas que existen. Cuando existían lealtades partidistas sólidas podían derivarse de allí unas ciertas proyecciones de comportamiento electoral, pero eso cada vez es más difícil, porque los ciudadanos votantes actúan en cada elección con lógicas diversas. Frente a eso, el comportamiento de los sondeos de opinión tendería a remplazar esa posible predicción, pero no debemos olvidar que con frecuencia las encuestas pretenden más consolidar determinadas opciones, que valorar objetivamente lo que están pensando los potenciales votantes.
En elecciones presidenciales con sistemas de doble vuelta electoral, uno es el comportamiento de los votantes en primera y otro en segunda vuelta. Podría decirse que estarían un poco más cerca de volverse a dar una votación cercana a la anterior primera vuelta –con todas las incertidumbres que la acompañan-; la votación de segunda vuelta es totalmente de coyuntura, allí los ciudadanos votantes tienden a votar más en contra del otro candidato que a favor y por lo tanto es una votación a no tener en consideración para cálculos futuros.
En general, los sectores de votantes de clase media dentro de la estructura social, tienden a ser mayoritariamente bastante conservadores y en esa medida están poco dispuestos a apoyar opciones que conlleven cambios bruscos de las políticas públicas, o líderes que les generen incertidumbres en relación con su eventual comportamiento como gobernantes. Y en eso influye mucho la percepción que se formen tanto del candidato como de sus políticas –independiente de si esa percepción corresponde o no a la realidad-.
Las coaliciones o alianzas electorales tienen, en la tradición colombiana, una cierta lógica inercial. Es poco probable que partidos políticos de la derecha vayan a hacerlas con candidatos o partidos de la izquierda o de un perfil de izquierda y algo similar se puede plantear en sentido inverso. Los partidos políticos que se sitúan en el centro más fácilmente pueden acercarse a coaliciones o alianzas con movimientos de la izquierda, pero también con sectores de derecha. En ese sentido tienen mayor margen de maniobra política. Lo fundamental y novedoso sería acordar previo a la campaña, un programa con los ejes relevantes a impulsar desde el gobierno –para una coalición de centro izquierda podría ser: paz política, renta básica y educación universales- y un gabinete que acompañe al candidato.
No parece ser un comportamiento electoral realista colocarle a eventuales aliados unas condiciones que se consideren rígidas y menos ‘vetar’ en bloque a partidos políticos; está bien que se coloquen referentes éticos y políticos -líneas rojas- y llegado el caso no se acepte a un político con antecedentes poco claros, pero no parece realista que esto se extienda a toda una formación político.
En una consulta entre aliados no debería ser suficiente, para escoger el candidato, quien gane una consulta, sino es necesario que tenga posibilidades reales de atraer otros votantes, es decir ampliar el espectro de los seguidores. El candidato es para ganar las elecciones, no para vencer a los contendores de su nicho.