Colombia ha vivido un proceso devaluativo de su moneda qué hace que se reduzca el valor de la misma y cueste más adquirir dólares, y el principal problema radica en que dicho fenómeno seguirá mientras su causa siga existiendo, y como lo señalé en mi columna anterior, es consecuencia de un desequilibrio estructural de la balanza de pagos, desequilibrio que no se corregirá en el corto plazo.
La devaluación no sólo implica que es más costoso viajar al extranjero, sino que encarece el costo de vida de las familias colombianas, ya que el precio pagado por los productos importados aumenta a consecuencia del mayor precio del dólar. Esto se ha vuelto un verdadero dolor de cabeza para las familias, porque gran parte de los alimentos son importados y, por ende, a medida que aumenta el precio del dólar se incrementa el precio de los alimentos.
Por esta razón, los candidatos presidenciales han hablado de la importancia del desarrollo del sector agrícola nacional y de establecer políticas proteccionistas para lograrlo. Es una propuesta interesante, y no sería la primera vez que se construye un sistema proteccionista en Colombia. Sin embargo, esta propuesta se debe matizar dependiendo del objetivo, lo cual profundizaré en una próxima columna.
Además, es importante mencionar que independientemente del objetivo de los candidatos presidenciales, por más que el presidente elegido quiera, no es viable llegar a la presidencia y subir aranceles a los alimentos importados. La razón no es legal, sino que dado que esos productos no se producen en Colombia el efecto inmediato sería un alza de precios equivalente al alza de los aranceles que se vería reducida en el tiempo si se incrementa la producción de alimentos. De manera que independientemente de los deseos políticos, la realidad económica obliga a un proceso gradual y estratégico.
Así mismo, Colombia actualmente goza de una protección de los productos nacionales, pero está protección que es un plus competitivo no es consecuencia de una acción gubernamental, sino un efecto colateral de la devaluación, pues el encarecimiento de las importaciones vuelve más atractivos los productos nacionales tanto para consumo local como para exportación. Pero si no se aprovecha este plus de competitividad para incrementar la producción agrícola o industrial, solo nos estaríamos quedando con el efecto negativo de la inflación.
Pero cómo aprovechar esta ventana de competitividad, como lo dije en la columna anterior se requiere una política de gasto y de inversión seria por parte del gobierno, no solo para mejorar la infraestructura sino para fortalecer la inversión privada. Dentro de una política económica que busque crear seguridad alimentaria y desarrollar la industria, se requiere tener insumos agrícolas baratos y de fácil acceso, por eso una de las prioridades debe ser el rescate de la empresa Monómeros S.A, y, por lo tanto, una inyección de capital para modernizar su planta de producción es esencial.
Pero porqué es tan importante está empresa, la respuesta está en la cuota de mercado que tiene en abonos e insumos agrícolas. En este sentido, si la intervención estatal logra convertir a Monómeros S.A en una empresa con la capacidad de abastecer el mercado nacional a precios bajos a consecuencia de que sea productiva y competitiva se le estará dando un impulso a todo el sector agrícola al estabilizar los precios de los insumos, y evitar que fluctúen con el precio del dólar.
Si se logra controlar los precios de los insumos y abastecer al sector agrícola de estos, también se estaría controlando los precios agrícolas nacionales. Después de esto, sí se podría plantear un proceso de desarrollo agrícola y de seguridad alimentaria. Porque si los insumos suben con el dólar en el fondo no hay ventaja competitiva de la devaluación, porque los costos de producción suben y al final del día la producción nacional es casi tan cara como la importada, por ende, no hay ventaja competitiva sólo inflación (como lo llamarían mis colegas una inflación del Pass-through).
Por otro lado, también está el tema de proteger el sector agrícola con barreras proteccionistas de forma directa, pero como se dijo al inicio de la columna este sería un proceso gradual, o de lo contrario estrangularía económicamente a la población urbana vía alza de precios, además aquí entran los tratados de libre comercio que ponen restricciones al gobierno para subir aranceles, quedando así una alternativa muy usada por muchos países pero casi inexplorada en Colombia, esta es la protección por medio de barreras para-arancelarias.
Dichas restricciones son regulatorias, consisten por ejemplo en hacer más engorroso el trámite de importación, sea bajo procedimientos burocráticos o fitosanitarios, en Colombia este tipo restricciones no son muy usadas por la ineficacia de la Policía aduanera, Invima y otras instituciones. Además, cabe resaltar que esta ineficacia gubernamental es un peligro al crear estás restricciones porque si se hace mal se termina generando escasez o sobre costos a bienes esenciales para la producción, siendo está la razón por la que no se usan en Colombia, pero si se lograra tener una buena burocracia como la japonesa o alemana, esta constituiría una buena herramienta para proteger el mercado nacional sin tener una postura proteccionista en lo diplomático, pues estas barreras suelen ocultarse bajo el telón de proteger la salud pública o el medio ambiente.
En conclusión, aunque como economista suelo preferir el libre mercado esto no implica la renuncia a una política comercial en pro de equilibrar la balanza de pagos. No obstante, se requiere de una política seria y consistente, que tenga como bandera el incremento de la productividad, y si las barreras ayudan a este fin son bienvenidas, pero si son para proteger las ganancias de un sector es mejor no tenerlas en cuenta, porque como lo demostró David Ricardo las barreras al mercado tienen efectos distributivos sobre la economía y no es justo para los trabajadores sostener la ineficacia de los terratenientes, o de cualquier sector de la economía, por eso el objetivo del proteccionismo debe ser mejor la productividad o eliminar el dopping que algunos de nuestros socios realizan como práctica de competencia desleal.