Es evidente que las encuestas o sondeos de opinión frecuentemente reflejan los estados de ánimo de los encuestados –¿recuerdan hace algunos meses la controversia generada respecto de porque los colombianos se consideraban los más felices del mundo, cuando objetivamente había muchas razones para pensar lo contrario?-, porque claramente esos resultados no obedecen a lógicas racionales, sino más bien emotivas.
Así pues, esta semana que termina la última encuesta de Invamer reflejó claramente una tendencia altamente negativa o pesimista sobre todo los aspectos objeto del sondeo; el otro lado de la moneda anterior. Como indican algunos de los resultados, por ejemplo el que señala que para el 85% las cosas están desmejorando y solamente un 10% considera que están mejorando y esto desglosado en preguntas más específicas lo refuerzan: para la amplia mayoría está empeorando el costo de vida (96%), la inseguridad (93%), la corrupción (93%), la economía (88%), la situación del país (85%), el desempleo (84%), el medio ambiente (83%), la lucha contra la pobreza (81%). Por supuesto esto tiene como resultado una valoración igualmente negativa sobre la gestión del gobierno nacional y en menor proporción de los gobiernos departamentales y locales –algunos Alcaldes se salvan, especialmente el de Barranquilla y en el otro extremo el de Cali presenta niveles muy bajos de aceptación-. Pero esto es de nuevo el reflejo de otro momento. La pregunta que de allí se deriva se refiere al efecto que podrá tener en el comportamiento en las próximas elecciones de este primer semestre.
Una primera conclusión sería que la mayoría de los votantes irían a acompañar las propuestas de los candidatos o partidos que están en oposición al Gobierno, en la medida en que el elector busque ‘castigar’ a los responsables de esas malas condiciones. Sin embargo, es importante hacer una reflexión adicional, de las encuestas en pocas ocasiones se derivan acciones o comportamientos que reflejen lógicas racionales; justamente lo que hemos dicho es que los sondeos de opinión casi siempre reflejan es ‘estados de ánimo’. Por ello, establecer una lógica de causalidad del tipo, la encuesta refleja pesimismo, luego el voto en los próximos comicios será contra el Gobierno, no es lo más probable. Por varias razones: no existe un único responsable y menos en esta situación en que se mezclan una serie de elementos, los efectos económicos y políticos de la pandemia, la crisis económica mundial asociada a la pandemia y claro, también tiene un peso importante la ineficacia de las políticas públicas para tener el bienestar de las mayorías como centralidad.
Ello nos lleva nuevamente a una situación de gran negativismo o pesimismo, pero donde no es claro que haya un solo responsable y por consiguiente se podrían beneficiar aquellos que aparecen como los críticos de la situación actual. Esto es más complejo de lo que parece y por consiguiente la respuesta de los ciudadanos no será necesariamente uniforme. La principal preocupación debería ser cómo van a actuar los distintos grupos o segmentos de potenciales votantes -lo más seguro es que el comportamiento electoral será altamente disperso– posiblemente castigando en primer lugar al gobierno, nacional o local, como los principales responsables de lo que está sucediendo, pero igualmente a otros actores políticos y empresariales. Algunos percibidos como agentes que obstruyeron las acciones de los gobernantes; otros porque son vistos y percibidos –real o equivocadamente- como aquellos que terminaron beneficiándose de las condiciones creadas por la crisis asociada a la pandemia o por las políticas de gobierno.
Lo único que podemos derivar de este tipo de información es la existencia de un ambiente de pesimismo, pero de allí no es fácil deducir comportamientos electorales.