En gran medida, la polarización radical y la idea de que todo se reparte entre dos bandos en la democracia colombiana –o entre dos candidatos a la presidencia-, nos muestra que la cultura del bipartidismo aún nos condiciona y encarcela políticamente. Luego de más de tres décadas de haberse proclamado nuestra Constitución Política y de que la posibilidad de tener un sistema político caracterizado por el multipartidismo fuera real, las cosas no han avanzado mucho hacia esto. Si bien, tenemos una amplia gama de partidos políticos y movimientos significativos de ciudadanos en la arena electoral, cada cuatro años, ya sea para elecciones locales y departamentales, o para el Congreso de la República y la Presidencia, aún adolecemos de patrones de cultura política que no nos permiten concebir de manera clara la posibilidad de alternativas reales por fuera de la vieja dicotomía que hace décadas la componían dos partidos, pero que hoy la conforman dos liderazgos populistas.; uno de derecha y otro de izquierda.
En el siglo pasado los dos partidos tradicionales buscaban quedarse con todo y no permitían a ninguna otra fuerza política disputar en el escenario electoral. Hoy, dos bloques políticos están dispuestos a hacer todo tipo de alianzas, sin importar las reservas éticas que se deben guardar en una democracia, y a recurrir a casi todo tipo de estrategias difamatorias y radicalizantes, con tal de quedarse con el poder. Sin duda, esto es un devenir del viejo bipartidismo.
Sumado a esto, los medios de comunicación tradicionales y la mayoría de las firmas encuestadoras parecieran haberse quedado, convenientemente, en un bucle temporal definido por ese viejo bipartidismo y proyectan al pueblo colombiano una falsa idea de que todo ya está definido y de que sólo hay dos opciones. Cierran, de manera arbitraria y cínica, la posibilidad de que otros sean vistos en la contienda electoral y dirigen sus cámaras y espacios a esos dos que han decidido proyectar como posibles ganadores. Así, lo que hacen es convertirse en cómplices de la reproducción del radicalismo y en carceleros de la democracia.
Por todo esto, necesitamos un cambio profundo dentro de nuestra cultura política y es acá donde está el compromiso fundamental del Nuevo Liberalismo, de la Coalición Centro Esperanza y de Sergio Fajardo como candidato de esta fuerza política diversa. No estamos dispuestos a todo y a alienarnos por intereses politiqueros. Nosotros trabajamos por el pueblo, seguiremos construyendo una nueva alternativa realmente democrática para Colombia, así como lo logró ser el Nuevo Liberalismo a finales de la década de los 80.