En pocos días, tendremos la posibilidad de debatir sobre las 16 nuevas circunscripciones de paz que fueron acordadas por los negociadores en La Habana. Este proyecto es de suma relevancia, pues más allá de discutir sobre la creación de nuevas curules en la Cámara de Representantes, se trata de una oportunidad para hablar de lo que he llamado el Estado Local.
En otras palabras, para darle una mirada a las regiones y evaluar cómo ha sido hasta ahora, su inserción en el territorio nacional y su participación política en las decisiones que, desde el más alto nivel, se toman sobre sus pobladores. Recordemos que este proyecto surge del consenso sobre que las zonas más afectadas por el conflicto armado, no solamente han sufrido del abandono y la débil presencia institucional, sino también, de una sub representación política en el escenario nacional.
Bajo esa premisa, la ampliación de los espacios de representación para los más de 160 municipios del territorio colombiano, por 2 periodos electorales, se convierte en una medida de reparación y de construcción de un nuevo concepto de territorialidad. Esa nueva visión, debe estar dirigida a la construcción de un Estado local, capaz de integrar la Nación y el territorio.
Para eso, necesitamos trabajar en tres pilares fundamentales: Instituciones, Seguridad y Participación de la gente. Es claro que, si Colombia no cuenta con el primer pilar, no podremos consolidar un sistema electoral libre, justo, competitivo y confiable, capaz de impartir justicia y ejercer soberanía sobre cada rincón de nuestro territorio.
En segundo lugar, tenemos que garantizar la seguridad física de los habitantes que existen en esas 16 circunscripciones y que cotidianamente se ven amenazados por la violencia política y social en sus territorios y por las dificultades de acceso y garantías de participación, de siempre.
Finalmente, dentro del pilar de la participación, es necesario contar con una sociedad civil, fuerte y organizada, conectada tecnológicamente, que se exprese y pueda hacer control y veeduría sobre sus líderes y representantes. Esas, son las tres condiciones básicas para una transición, feliz, efectiva y exitosa de la guerra hacia la paz. Solo si las comunidades recuperan el manejo de su destino y de sus territorios, podremos superar el asfixiante centralismo bogotano como modelo de Estado y de nuestras instituciones.