Colombia está viviendo una transición en varias dimensiones, la más relevante, por el momento, la transición de la guerra a la paz, con la terminación del conflicto armado con las FARC y los buenos vientos que parecen soplar en las conversaciones entre Gobierno y ELN –a pesar de aves de mal agüero, que nunca faltan-, pero también estamos en una transición de una sociedad del miedo y del odio hacia otra, que lentamente se irá configurando, donde primen las relaciones de confianza y de respeto y simultáneamente del cambio de un sistema de partidos políticos fluidos e inestables pero que cumplen el rol de canalizar las representaciones políticas, a uno por ahora imprevisible, donde los liderazgos personalistas parecen primar.
En todas las transiciones, que se caracterizan entre otros rasgos, por la incertidumbre, lo que nos muestra la experiencia internacional, es que donde han sido exitosas, han existido acuerdos y/o pactos y se han conformado coaliciones políticas estables, para darle estabilidad a las mismas.
Por eso surge, por lo menos para algunos colegas, la idea de explorar casos como el chileno –el colega Juan Tokatlián nos hablaba en estos días igualmente de la experiencia alemana-, en el cual la salida al período de la dictadura del general Pinochet, conllevó la conformación de la coalición de centro-izquierda denominada ‘Concertación por la Democracia’, conformada por los partidos Demócrata Cristiano, el Socialista, el Radical Socialdemócrata, y esta coalición logró mantenerse en el gobierno durante cuatro períodos presidenciales, garantizando estabilidad en la transición y en las políticas públicas. Claro, la característica chilena, que nos diferencia, era la existencia de partidos políticos con disciplina y estabilidad, pero que tuvieron seriedad para cumplir sus acuerdos políticos.
Nosotros en Colombia, tenemos una tradición de incumplimiento de acuerdos y alta volatilidad en la disciplina partidista. Pero justamente nos enfrentamos al desafío de cumplir los Acuerdos que permitieron cerrar el conflicto armado y de ser capaces de darle estabilidad al sistema político, con los ajustes que normalmente se vayan requiriendo. El eje de una propuesta de coalición o convergencia en la hora actual debería ser el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, el desarrollo de nuestra democracia que conlleva políticas serias de lucha contra la corrupción y una fuerte política social –vacunada contra el clientelismo- y orientada a los sectores y territorios de mayor exclusión social. No es mucho pedir, pero sí es un gran desafío para nuestros dirigentes políticos.
Alrededor de esta coalición podrían aglutinarse dirigentes de centro y de izquierda que compartan esas prioridades y que tengan la intención y la seriedad para conformarse para el corto y mediano plazo, pero sobre todo, que tengan el suficiente principio de realidad para valorar quiénes de ellos tendrían las mejores posibilidades de liderarla por el momento, con el compromiso que todos los demás van a jalar para el mismo lado y que colaboraran en el gobierno, si salen triunfadores. Sólo una convergencia o coalición de este tipo, creo que tendría posibilidad con éxito, de enfrentar en primera vuelta y eventualmente ganarle a la coalición liderada por el Centro Democrático y un sector del conservatismo, que por el momento aparece como el principal rival electoral.
Cada país vive sus propios procesos de cambio político, pero no está demás mirar las experiencias vividas en otros países, especialmente de la región.