Estamos entrando en la etapa electoral que cada cuatro años vive nuestra democracia. ¿Qué hay realmente de novedoso en esta ocasión ?
Que la desconfianza de una franja importante de los ciudadanos frente a los partidos políticos parece haberse incrementado. Sin embargo eso no significa que ellos no vayan a ser los protagonistas principales en la elección del Congreso en 2018, porque la elección de congresistas tiene una lógica particular en la cual pesan los intereses regionales y locales y en donde tienen una fuerte incidencia las lealtades partidistas -así sean decrecientes- y las prácticas clientelistas tradicionales. El voto más independiente en estas elecciones tiene, con pocas excepciones, un peso mucho menor -a no ser que hubiera una gran sorpresa, que no parece vislumbrarse-. Allí tendremos la clásica disputa entre las maquinarias electorales de los partidos políticos; la gran incógnita es si el Partido de la U logra recomponerse y sigue siendo la fuerza política con mayor presencia en el Congreso y qué peso electoral puede mostrar el nuevo partido político FARC.
En relación con la elección presidencial tenemos una creciente cantidad de candidatos, muchos de ellos con buenas cualidades personales, pero con pocas posibilidades políticas; normalmente los ciudadanos no votan, desafortunadamente, por el de mayores méritos personales sino por quien tiene en su entorno aparatos políticos que los apoyan y que cuenta con confianza y apoyo de élites empresariales y políticas. Eso reduce esa gran cantidad de aspirantes a no más de cinco opciones que podríamos resumir de la siguiente manera: el candidato único del Partido Liberal, que si logra el respaldo del Partido de la U y sectores conservadores podría ser una especie de candidato de la coalición de gobierno actual; el candidato del Partido Centro Democrático que además de tener el empuje de ese gran elector que es el ex presidente Uribe, puede recoger sectores de la coalición del No en el plebiscito del año anterior; el candidato del Partido Cambio Radical, German Vargas, que tiene una importante maquinaria electoral, especialmente en la Costa Atlántica y que refleja intereses importantes de las élites tradicionales; el candidato independiente que resulte del acercamiento entre Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Robledo y que puede atraer algunos otros de los independientes; y quedaría la opción de otro candidato, tipo Gustavo Petro, que podría ir hasta primer vuelta con posibilidad de un resultado decoroso pero difícilmente de pasar a segunda vuelta. No parece haber espacio para otra opción presidencial realista.
Pero ¿cuáles serán los temas gruesos de campaña? En términos de política macroeconómica es poco probable que hayan propuestas de grandes cambios -hay gran consenso en las élites sobre la necesidad de estabilidad en este campo-; es probable que ni siquiera el tema del acuerdo con las FARC tenga tanta relevancia ante la realidad del mismo -algunos intentarán introducir algunos ajustes menores, pero sin que sea un tema central-; la lucha contra la corrupción será un tema con relevancia, así como las políticas frente a los cultivos de uso ilícitos -por la presión norteamericana- y los temas de seguridad regional asociados a los mismos; igualmente continuar la modernización de la infraestructura nacional para facilitar el comercio internacional; temas como educación y salud, desafortunadamente seguirán estando en la marginalidad de las propuestas. No parece que vayan a darse grandes novedades en el debate programático.