Este 2017, al que le resta solo una semana, fue un año de parteaguas en el ámbito de lo político, incluyendo allí lo relacionado con la terminación del conflicto armado, porque se acentuó la soledad política de un gobierno que entró en su fase final, comenzó con altibajos la implementación de los Acuerdos con las FARC y el inicio de las conversaciones formales con el ELN y las fuerzas políticas y candidatos se empezaron a preparar para la disputa electoral del 2018.
Todo gobierno en su fase final empieza a vivir el abandono de sus ‘aliados’, que comienzan a tomar distancia para no asumir la responsabilidad política de su gestión; podemos decir que en Colombia todos son gobiernistas hasta unos meses antes del final del mandato, en que todos, incluido el partido de gobierno, se vuelven de oposición, cuando tiene el sol a sus espaldas; hasta el día posterior al triunfo electoral en que de nuevo todos se suben al carro del vencedor y se reanuda el ciclo.
Al Presidente Santos la historia le reconocerá la decisión política de terminar el conflicto armado con las insurgencias más longevas del continente y llegar a un acuerdo final con las Farc, pese a todas las dificultades, así como haber sido el primero en haber formalizado un proceso de conversaciones con el ELN que anda, a pesar de las complejidades. Todo eso justifica plenamente el que se le hubiera otorgado el Premio Nobel de Paz. En este año se evidenció lo difícil que es la implementación de lo acordado, en contextos de democracias liberales, con poderes formalmente independientes y con un Estado que históricamente ha mostrado la baja capacidad de ejecución de su administración pública y con gobiernos regionales y locales, no solo marginalizados de todo el proceso de construcción de los Acuerdos, sino además con estructuras administrativas débiles. Pese a ello, el inicio de la implementación no presenta en su primer año un balance negativo, sino agridulce, con avances importantes en algunos campos y con déficit sentidos en otros. En un contexto de polarización que no es ajeno a sociedades en conflicto armado y donde los impactos de este en la sociedad ha producido dolores, heridas y odios que demorará tiempo su superación y que por supuesto hará compleja y larga la tarea de la reconciliación.
En este año se volvió a evidenciar una constante de los últimos tiempos; desconfianza de sectores de opinión en los partidos políticos, pese a que la realidad internacional muestra que los partidos cumplen un rol fundamental de representación política de lo social -ninguna sociedad se ha inventado un mecanismo sustituto de los mismos-. Por ello proliferaron los candidatos ‘por firmas’ como una modalidad de presentarse frente a los electores como ajenos a la actividad partidista y a las prácticas de corrupción que se le asocian -aunque sabemos que muchos escándalos de corrupción son generados por empresa privadas y sus gestores de contratos, recordar Odebrecht-. Los partidos políticos, por su parte se preparan para mostrar en las elecciones de Congreso de marzo próximo que son capaces de movilizar sufragantes y ganar elecciones.
En las elecciones del próximo año seguramente veremos de nuevo la importancia de los aparatos políticos de los partidos para movilizar electores y cómo progresivamente los candidatos por ‘firmas’ se acercarán a buscar el apoyo de los partidos políticos.