Donald Trump cumple un año en la Casa Blanca, y las lecciones sobre su presidencia son múltiples. Su aprobación es muy baja (según la última encuesta de NBC sólo del 39%). Sus allegados como se describe en “Fire and Fury: Inside the Trump White House”, lo describen como caos, una persona que no lee, se comporta como una celebridad a la que solo le interesa lo que se dice de sí mismo, y no conoce de roles, él es el jefe prensa, de gabinete etc.
Puede que se le acuse de racista, machista, de ser todo un acosador, mentiroso o de aislar a su propio país, pero sigue existiendo un electorado y un público “fan” en lo que erradamente muchos llaman “la américa profunda”.
Ahora más que hacer un balance de su gestión, y sabiendo que el sistema político estadounidense y su cultura no es del todo comparable con la colombiana, me atrevo a dar tres lecciones o alertas que nos deja este hoy poderoso personaje:
- El cansancio con la clase política tradicional no es sinónimo de un cambio más progresista
En Colombia parece que existe una lectura general sobre el cansancio de los ciudadanos con la corrupción, con un Estado que consideran desconectado con el elector, un debate sobre la paz sumamente desgastante.
Pero antes que llevarnos esto a una verdadera renovación política, podría terminar por consolidar a líderes que aprovechan este tipo de temas para consolidarse hacía un cambio de “extrema”, que busque consolidarse con las prácticas del pasado esgrimiendo discursos supuestamente reformistas, y ante todo anti-progresistas. Como aquellos que ahora se considerar el ejemplo a seguir contra la corrupción, y a cambio ofrecen gobiernos que buscan reducir los derechos a las minorías, o que poco o nada les interesa la desigualdad.
- La crisis de la “verdad”
Definir la verdad siempre ha sido algo complejo, pero más complejo aún es configurar una verdad nueva, que ignora cifras, realidades, o la lógica misma, el tiempo de la “post-verdad”.
Trump en una guerra interminable con los medios que demuestran a diario la gran cantidad de mentiras en sus mensajes, también demuestra que la verdad, es algo tan gaseoso en la opinión, que puede moldearse, retarse, y manipularse.
Colombia no está exenta a eso, el “guayabo” del plebiscito por la paz demostró todas las mentiras de campañas que a través de diferentes motivaciones oscuras, convencieron al país de salir a votar “verraco”, una idea que se puede repetir este año.
- El problema de los personalismos.
Como lo he indicado en múltiples columnas, el personalismo como característica del populismo, es una amenaza para la democracia colombiana.
Ese personalismo no se vence solo con el hecho de pertenecer a un Partido, de hecho Trump se tomó el Partido Republicano, y cumpliendo sus normas llegó al poder, para hacer girar el debate político-nacional a su alrededor y no alrededor de ideas o proyectos colectivos.
Fenómeno parecido ocurre en Colombia cuando un Partido gira alrededor de un hombre, lo hace todopoderoso de las decisiones internas que deberían ser democráticas, hace que todos cambien sus ideas al ritmo de su caudillo, y hasta le recogen firmas, o le piden permiso para determinar un mecanismo de “elección” para ser candidatos.
Fanáticos de Trump existen en Colombia, y varios de ellos le apuestan a dirigir nuestro país en este 2018. Mientras otros asumen las banderas de un mundo más igualitario, moderno, y donde los derechos no son el obstáculo, sino el medio para hacer una mejor sociedad, Trump separa de ese camino a su país, y Colombia está por decidir si lo acompaña.