El título de esta columna es el del último libro del padre Francisco de Roux; una contribución más que el padre de Roux ha hecho a la paz, la convivencia y el desarrollo de los colombianos, en su largo apostolado y que estoy convencido lo seguirá haciendo al frente de la Comisión de la Verdad, de la cual es su director, junto con el puñado de colombianos y colombianas que conforman la misma.
El propio título es un mensaje profundo, como lo es toda su obra, no existen paces perfectas en ninguna sociedad, porque ellas son construidas por seres humanos con todas sus debilidades y atributos. Pero desde su Introducción nos coloca un presupuesto que es fundamental: “Me importa la paz como valor moral… Asumir la paz como valor moral significa que la tarea es gratuita; de lo contrario, no sería un valor. Por ella se da la vida si es necesario, sin esperar nada a cambio, ni dinero, ni prestigio, ni premios, ni votos. Es la gratuidad de la paz…”
Esta obra es la lectura que nos hace el autor del proceso de conversaciones de La Habana, del cual fue un protagonista cercano, con los altibajos y angustias que el mismo conllevó, por ejemplo el duro golpe que significó para los partidarios del Sí la pérdida del plebiscito sobre los Acuerdos de La Habana, pero también con las esperanzas que iba construyendo, salpicado con sus ricas vivencias personales y especialmente como director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio durante más de una década, trabajando por la paz y el desarrollo con los pobladores de esos territorios.
Insiste en la importancia del protagonismo territorial: “la sostenibilidad del proceso requiere personas del territorio reconocidas por su sabiduría popular, que conocen a su gente, que tienen autoridad moral y han sido buscadoras independientes de la paz en medio del conflicto… Es necesario, entonces, que los ciudadanos del territorio se apropien del proceso para asegurar su sostenibilidad, lo cual postula la conformación de instituciones mixtas, de ciudadanos y administraciones que manejen los recursos, atajen la corrupción y mantengan una perspectiva de largo plazo que no tienen los mandatarios locales de turno.”
Destaca como se conformaron grupos de colombianos como La Paz Querida, interesados en contribuir a construir una ética publica de transformación de las relaciones y que ayude a la construcción de paz y la reconciliación nacional en el mediano plazo.
Evidencia como Colombia ha vivido y vive una real crisis humanitaria y como “en los distintos casos de superación de crisis humanitarias en el mundo ha habido un componente de liderazgo espiritual colectivo que logra la unión por encima de la irracionalidad y las rupturas… Un liderazgo orientador que recoja las oportunidades favorables que hoy se dan en la sociedad y las instituciones para una convocatoria decidida hacia la reconciliación. Un liderazgo que no busque el poder político, ni el prestigio de grupo, ni la autoprotección de sus miembros… Un liderazgo desinteresado con razones y audacia, para liberar del miedo y conducir decididamente hacia la paz, aunque muchos sigan lanzando incertidumbres…”
Concluye Francisco de Roux, este valioso libro, que recomiendo leer a todos los interesados en el presente y futuro de nuestro país, con una serie de preguntas, como ¿hubo o no conflicto armado en Colombia?, ¿es legítima la justicia especial para la paz (jep)?, ¿hay razones para la esperanza?