Al comienzo de semana la pasada Organización multilateral Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) hizo implosión de una forma casi súbita y repentina para la opinión pública, pero comprensible dado el estado crítico en que el ente regional se encontraba en el último año. Y no es para menos, 6 de los 12 países que conforman este organismo cesaron su participación de forma indefinida, es un golpe que no mata a UNASUR pero si la dejó en coma con pronóstico reservado.
Y es que esta nueva confrontación diplomática en el hemisferio sur se venía cocinando desde hace rato. Lo que fue alguna vez un continente de gobiernos de izquierdas con uno que otro gobierno de centro y de derecha, y con Venezuela como líder e impulsor de los procesos de unificación continental, se convirtió en un continente sin promotor del proyecto de unidad. Hoy no hay un grupo de países entorno a una agenda política común que hacían mayoría absoluta sino unos países de izquierda, de centro-izquierda, de centro-derecha y derecha cada grupo con su propia agenda política.
El cambio en la correlación de fuerzas política de UNASUR ponía un estrés fuerte sobre la institución, pero no la desbarataba por sí misma, el detonante o “florero de Llorente” del actual choque diplomático fue la incapacidad de administración interna, junto con la incapacidad de nombrar un nuevo secretario general que remplace al expresidente colombiano Ernesto Samper, quien hace un año terminó su periodo como secretario general, y además se suma la permanecia seguida y a temporal de Bolivia en la presidencia.
Los problemas de administración de UNASUR la han llevado a su parálisis casi total, la pregunta del millón es ¿Por qué no han nombrado secretario general?, porque el único candidato es el diplomático argentino José Octavio Bordón, y él no ha logrado tener el apoyo suficiente para poder ser nombrado en ese cargo.
Y es difícil que José Octavio logre el apoyo necesario porque los seis países que suspendieron su participación (Argentina, Colombia, Chile, Brasil, Paraguay y Perú) tienen diferencias sustanciales con Venezuela y quieren que esta institución tenga un rol más activo en la crisis venezolana, mientras los aliados de Venezuela no están de acuerdo pues argumentan que este órgano no debe tener capacidad de injerencia en política interna de las naciones miembros.
Faltará ver cómo termina este ajedrez diplomático y si en definitiva UNASUR cae bajo la confrontación ideológica que la tiene en agonía, aunque desde mi postura personal yo no le veo mucho futuro, porque solo era cuestión de tiempo para que esto ocurriera y se termine de romper, y a esta altura en lo personal, de nada sirve nombrar secretario porque si se nombra uno cercano al gobierno venezolano entonces los 6 países que suspendieron su participación se van a terminar de ir, y si se nombra al único candidato que hay, apenas empiece a interferir en la crisis venezolana, Venezuela y sus aliados se irán o suspenderán su participación volviendo al mismo punto.
Lamentable esta situación, aunque era cuestión de tiempo, y no porque fuera una institución fundada por Chavez o porque tuviera esta u otra ideología, sino porque se fundó sobre bases frágiles e insostenibles en el tiempo, se fundó sobre acuerdos políticos y una correlación de fuerzas políticas marcadas por la ideología, y en las democracias eso cambia al son de cada gobierno, solo imagínense por un momento el giro de 180 grados de la diplomacia colombiana si llega Petro o Duque al poder, o el giro de 90 grados si llega Vargas Lleras o Fajardo, y eso fue lo que pasó en los demás países del continente. Por eso era predecible que esta situación iba a suceder, porque en democracia los gobierno y/o partidos se rotan el poder y estamos en un continente de repúblicas democráticas.
Además, UNASUR nunca logró su objetivo de unificar y de generar lazos más fuertes que la mecánica política interna de sus países miembro, lo que genera costos a los gobiernos que quisieran protagonizar una partida. Es más, la gran diferencia de UNASUR y la Unión Europea (UE) es que UNASUR nace de un acuerdo político y la unión europea nace como una serie de acuerdos económicos que trascienden a lo político, y es que UNASUR fue incapaz de crear una zona de libre comercio y libre movilidad de capitales, y que decir de libertad migratoria en el continente, como prueba de esto la CAN y el MERCOSUR aún existen y nació la Alianza del Pacifico. Más la incapacidad para gestionar uno de los temas prioritarios del continente: alcanzar un acuerdo energético porque somos los principales productores de energía del mundo.
Y es que los acuerdos económicos y comerciales son más fuertes que los acuerdos políticos por una única razón, el bolsillo está de por medio, romperlos puede implicar crisis económica, caída de las exportaciones, desabastecimiento por la imposibilidad o dificultad de recibir importaciones o crisis financiera si hay un gran flujo de capitales y deuda entre países, todo esto afecta el empleo y el bolsillo de múltiples sectores que le pelearán a sus gobiernos e incluso moverán sus representantes en los congresos de cada país para que sus interés económicos no se vean afectados. Esto le genera un costo político muy fuerte a cada gobierno razón por la cual se busca defender estos acuerdos y no ponerlos en riesgo.
Y con el tiempo a medida que los lazos comerciales y financieros se van estrechando, se empiezan a crear mas acuerdos que van integrando o abriendo las fronteras a temas migratorios, de cooperación, desarrollo, defensa, entre otros y estos van abonando el terreno para crear un espacio propicio para el acuerdo político.
Aunque UNASUR está a portas de fracasar no quiere decir que la necesidad de crear una zona de libre comercio, con libertad de movimiento de capitales y migratorias, junto con la necesidad casi estratégica de alcanzar un acuerdo energético y de cooperación para el desarrollo desaparecerán, y habrá que usar otros espacios diplomáticos o los ya existentes como la CAN, MERCOSUR o la naciente Alianza del Pacifico para alcanzar estos objetivos comunes de todas las naciones suramericanas.