Estamos a pocos meses del inicio oficial de las campañas electorales que definirán la conformación del Congreso de la República para el período 2018-2022. Nuevamente nos enfrentamos a las preguntas sobre qué decisiones tomar para responder a las necesidades y al verdadero sentir de los colombianos, y frente a los dilemas que se derivan del ejercicio libre de la democracia.
Sin embargo, las próximas elecciones no serán como las anteriores. A diferencia de los comicios que ya hemos vivido, estas serán las primeras elecciones tras el fin del conflicto armado con las FARC, que desde hace bastantes años han sido las que han determinado la agenda de las campañas, nuestra forma de hacer política y la toma de decisión en las urnas.
Serán estas las primeras elecciones del “postconflicto”, lo que significa que las campañas arrancan con una enorme cantidad de nuevas oportunidades y posibilidades para encarar ese postconflicto. Y en este punto cumplen un papel fundamental el arte y la cultura como elementos que fortalecen la democracia.
El arte permite constituir narraciones y relatos distintos de los oficiales, y propicia espacios para la expresión y la construcción de esa Colombia que queremos. Frente a esto una pregunta se nos impone ¿Cuál es la situación y el papel del arte y la cultura en nuestro país? Y más aún ¿cuál es la situación puntual de sus protagonistas, es decir, de los artistas?
Comenzando por la poca información disponible y las limitaciones que existen, habría que decir que la situación de artistas y gestores culturales no solo no es la mejor, sino que se trata de un sector desprotegido y sin las garantías más básicas como el derecho a la salud y a la pensión.
Es ilógico que aun ahora, con los grandes desafíos y oportunidades que experimentará el país, los artistas no tengan acceso a vivienda, pensión, salud y educación. Estas personas dedicadas al arte y a la cultura, además de generar reflexión, retratar nuestras realidades y procurar la sanación ética de la nación, cumplen el papel esencial de transformar la simple contemplación del entorno, a través de la abstracción y la imaginación, en experiencia estética.
Esta capacidad es enormemente valorada hoy en todo el mundo en la estructuración de sociedades equilibradas, pues ella permite el diálogo abierto, colaborativo y tecnológico que posibilita el desarrollo de soluciones creativas. Además, el arte y la cultura han demostrado ser un fuerte dinamizador de la economía. De hecho, desde el 2010 existe una cuenta satélite de cultura que se encarga de medir el aporte del sector al PIB Nacional: según esta, el aporte del arte y la cultura constituye el 3,3%.
Debemos potenciar financieramente nuestro campo artístico y cultural ¿Cuánto es el presupuesto destinado el arte y la cultura en Colombia? Aunque recomendaciones de la Unesco señalan una inversión de al menos el 2% del presupuesto, para este año el aporte al sector alcanzó apenas un 0.2%. Es ridículo que un país que necesita profundamente hacer catarsis y sanar heridas, —todas estas cosas posibles a través de la expresión, la contemplación artística y el desarrollo cultural—, no invierta siquiera lo mínimo para potenciar estas actividades.
De la importancia de todo esto surge la necesidad de pensar soluciones creativas a la situación de artistas y personas dedicadas a la cultura. Por ejemplo a través de un proyecto de ley para la dignificación de los artistas, que nazca del Partido Liberal Colombiano. Un proyecto que debe convertirse en un gran acuerdo social con creadores de todo el país, de todos los sectores (incluso aquellos que no pasaron por una facultad de artes y que moldearon con potencia su capacidad autodidacta) que contribuyen a la producción de bienes y servicios creativos.
Ya hemos avanzado algún camino en esa dirección: el Proyecto de Ley de Estímulo a la Creatividad en Colombia es afín a los artículos 7 (El patrimonio cultural, fuente de la creatividad), 8 (Los bienes y servicios culturales, mercancías distintas a las demás) y 9 (Políticas culturales, catalizadoras de la creatividad) de la Declaración Universal de la Unesco sobre diversidad cultural.
A pesar de ello debemos hacer más énfasis en el artículo 8 que señala que: “Ante los cambios económicos y tecnológicos actuales, que abren vastas perspectivas para la creación y la innovación, se debe prestar particular atención a la diversidad de la oferta creativa, al justo reconocimiento de los derechos de los autores y de los artistas, así como al carácter específico de los bienes y servicios culturales que, por ser portadores de identidad, de valores y sentido, no deben ser considerados mercancías o bienes de consumo como los demás”.