Concluido el debate electoral y escogido un nuevo Presidente de la República para el período 2018-2022, viene la tarea de recomponer las relaciones políticas y especialmente las coaliciones en el Congreso entre las bancadas de congresistas; todo ello como preludio al debate que vendrá el próximo año alrededor de las elecciones regionales y locales.
En primer lugar hay que decir que debemos comprometernos todos a reconocer el resultado del proceso electoral y desearle el mejor de los aciertos al nuevo Presidente en la escogencia de su equipo de colaboradores y en el diseño de las políticas públicas que van a orientar su gestión. Pero allí se inicia la evidencia del talante del nuevo Gobierno. Porque si bien es cierto que los ciudadanos le dieron un mandato en las urnas, también es real que un porcentaje importante de colombianos apoyaron la otra opción, o la opción de voto en blanco o sencillamente no participaron, todo lo cual significa que hay un sector grande de la población que no necesariamente apoyó el bando triunfador, lo cual debería llevar al nuevo Gobierno a entender que se trata de gobernar para todos los colombianos, no sólo para el grupo que lo eligió y por lo tanto, debería hacerse un esfuerzo por construir consensos con los otros sectores, distintos al suyo. No para que se desvirtúen las propuestas que tuvo el candidato ganador, sino para intentar incorporar las ideas de los otros sectores, o lograr consensos alrededor de políticas estratégicas.
En segundo lugar, comienza a jugar un papel importante las nuevas reglas del juego político que tendremos a partir de la próxima legislatura del Congreso y que se introdujeron con el Estatuto de la Oposición. El candidato presidencial perdedor en segunda vuelta, debe asumir como Senador y como jefe de la oposición y la candidata a la vicepresidencia asume una curul en la Cámara de Representantes; el jefe de la oposición tiene entre otros, derecho a réplica frente a las intervenciones del Presidente por los medios de comunicación. Los partidos políticos deben manifestar por escrito si van a ser parte de la oposición –lo cual les dará unas garantías adicionales-, o independientes, o de la bancada del gobierno. Esto puede contribuir a que los análisis y debates de las diferentes iniciativas puedan discutirse y eventualmente llegarse a acuerdos o no y darles el trámite respectivo, de una manera más ordenada. Lo fundamental acá es la necesidad de lograr restablecer un indispensable diálogo político, que permita que se dé el debate, desde la diferencia, pero necesario para una democracia plural y moderna, como aspiramos que cada vez más sea la nuestra.
Ojalá, estemos empezando a pasar la página de polarizaciones inocuas y que podamos construir controversias serias pero respetuosas, sobre políticas públicas centrales, así como consensos alrededor de temas que sean de interés nacional. Quizá la implementación de los Acuerdos entre Gobierno y FARC debe ser el primer campo de análisis y debate que permita que se logren los necesarios consensos para su adecuada implementación. No hay que olvidar que lo relacionado con la paz territorial es algo que va a beneficiar a los territorios donde el conflicto armado fue más intenso, que son los de mayores desequilibrios en términos de desarrollo.
Un período de esperanza, que esperamos inicie, es una necesidad para avanzar en nuestro desarrollo y en una mejor democracia.