Terminado el debate y la elección presidencial es pertinente hacer algunas consideraciones acerca de qué tantos cambios se pueden esperar en el escenario político colombiano, una vez pase el entusiasmo momentáneo que genera este evento en una sociedad.
Hay por el momento algunas ‘conclusiones’ que pueden deberse más al resultado electoral y a las características que tiene una elección presidencial. Algunos hablan de que los partidos políticos fueron los grandes perdedores, que ahora sí los partidos tradicionales van a desaparecer, pero todo eso parecen deducciones ligeras, un poco influidas por la coyuntura.
Primero debemos decir que las elecciones de Congreso, donde los partidos políticos son los principales protagonistas, son distintas a las presidenciales donde el tema se personaliza en los candidatos, por ello no es buen indicador derivar de la elección presidencial qué puede suceder con los partidos políticos. Es claro que los partidos políticos han perdido influencia sobre los ciudadanos, pero de allí a decretarles la muerte anticipada, es apresurado; en las elecciones regionales del próximo año es probable que veamos de nuevo un ´renacer’ de los partidos políticos, tanto en gobernaciones y alcaldías, como en asambleas departamentales y concejos municipales. Sin embargo, eso no significa que si las agrupaciones políticas, las clásicas y las más nuevas, si no se reinventan pueden seguir perdiendo influencia en los ciudadanos.
A nivel del Congreso, tendremos una coalición de partidos políticos que apoyan al Gobierno, parecida a la que tuvo el Presidente Santos al inicio de su primer mandato, pero si el Presidente Duque no quiere tener tensiones al interior de su bancada, debería propiciar rápidamente –a través de una Mesa de Concertación entre los partidos del Gobierno y los de la oposición- unos acuerdos acerca de las modificaciones que sea viable introducirle a los Acuerdos de La Habana y por supuesto sobre los demás temas de la agenda legislativa que irá a proponer el nuevo Gobierno y que como se sabe deben ser los proyectos más relevantes, porque se considera que el grueso de las prioridades del Gobierno se deben impulsar en la primera legislatura.
En relación con el campo de la oposición política, no sólo vamos a ensayar la fórmula, Gobierno-Oposición, muy usada en los regímenes parlamentarios, pero novedosa en los presidenciales como el nuestro. El candidato Gustavo Petro como primer Senador elegido por esta modalidad y en su condición de Jefe de la Oposición tendrá la responsabilidad de ayudar a darle un estilo –confrontacional, propenso a establecer acuerdos o exclusivamente critico- a esta fórmula de control político; pero igualmente los partidos políticos y bancadas deben definir y comunicarle a las autoridades electorales si van a actuar como oposición, como independientes o como parte de las tareas de Gobierno. Dentro de las fuerzas que se declaren en oposición, veremos cuáles aceptan el liderazgo del Senador Petro y bajo qué condiciones o modalidades. A ese respecto podemos decir que se va a ir decantando las fuerzas reales de la oposición; recordemos que es poco real hablar de los ocho millones que obtuvo el candidato Petro en segunda vuelta porque allí hay un porcentaje de votantes de centro que votaron seguramente en contra del proyecto del otro candidato, antes que por afinidades; por supuesto el candidato Petro puede legítimamente invocar ese número de votantes como aquellos que él representó en un momento dado y puede volver a representar en el futuro dependiendo de su acción política.