El Congreso que elegimos los colombianos en marzo pasado, a diferencia de otros del pasado, no cuenta con fuerzas hegemónicas claramente definidas; en realidad es un Congreso muy equilibrado entre distintas fuerzas políticas: Partido Liberal, Centro Democrático, Partido Conservador, Cambio Radical, Partido de la U y el Partido MIRA, en lo que podríamos mencionar como fuerzas políticas afines al nuevo Gobierno. En el campo de los independientes y la oposición tenemos igualmente dos bancadas significativas, las de la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo y nuevas bancadas, la de los Decentes la del nuevo partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y otras representaciones políticas como indígenas. Esto, si bien se puede interpretar como reflejo de una diversidad política que hablaría bien de una democracia moderna, igualmente plantea dificultades en el campo de la gobernabilidad, porque un Gobierno para sacar adelante su agenda de programas requiere de mayorías y aún la misma conformación de las Mesas Directivas del Congreso es un primer ejercicio de negociación política. Todo lo anterior lo complejiza la puesta en marcha del Estatuto de la Oposición y las garantías y derechos que allí se regulan para las fuerzas políticas que se declaren en oposición y de aquellas que se declaren como independientes.
Ya vimos como las bancadas del Partido de la U y de Cambio Radical, que se consideraban parte de los apoyos del nuevo Gobierno Duque, crearon una alianza para negociar de mejor forma su participación en las directivas del Congreso y supongo en la coalición del mismo. Todo indica que el bloque gubernamental más sólido lo forman el Centro Democrático y los Partidos Conservador y Liberal, en lo demás, todo está por conformarse, incluido el campo de la oposición.
Lo anterior avizora un Congreso complejo, donde no será fácil sacar adelante proyectos de ley o de reforma constitucional que no hayan sido producto de acuerdos entre las fuerzas políticas. Temas que son prioridad del nuevo Gobierno, como cambios a los acuerdos entre Gobierno-FARC –las modificaciones como las ha denominado el nuevo Presidente-, la reforma tributaria, eventualmente una reforma pensional, la ley que anunció el nombrado Ministro de Defensa sobre la protesta social, un tema que generará mucha controversia, sin duda, y normas sobre el desarrollo agrario, para sólo mencionar algunas de las más relevantes. Por ello, la tarea de la Ministra designada del Interior –que tiene la ventaja de conocer bien el Congreso- y de las direcciones de las fuerzas políticas de la coalición del Gobierno va a ser fundamental para crear un clima de cierta confianza.
Pero para que lo anterior se pueda materializar y el eslogan del Presidente electo que él quiere pasar la página y unir a los colombianos, se vuelva realidad –que ojalá se pueda y hay que colaborar en eso-, debe controlar a sus ‘barras bravas’ que desde las redes sociales o en los medios de comunicación, permanentemente agreden verbalmente a sus adversarios descalificándolos y estigmatizándolos –sin desconocer que en el campo de la oposición igualmente existen sectores similares- y esto de ninguna manera contribuye a ese propósito presidencial, que es loable y necesario para el país, especialmente para enfrentar nuevos desafíos en seguridad y defensa. De otra manera se va a revitalizar la polarización que hemos vivido y se habría desaprovechado una gran oportunidad para empezar a superar los enfrentamientos seculares.