Los animales no pueden hablar, y mucho menos defenderse de procesos administrativos abiertos por las autoridades, por eso, en esta columna tratare de ponerme en las patas de Takeshi, para darle voz a un perro sobre el que pende una posible orden de eutanasia.
Soy un perro de la raza japonesa akita inu, el pasado 29 de agosto mordí al hijo de mis vecinos, el hecho no implicó lesiones permanentes ni graves. Al otro día del incidente, una patrulla y funcionarios de la Secretaria de Salud de Popayán, se acercaron al domicilio de mis dueños para incautarme y llevarme primero a una veterinaria en donde me castraron y luego a zoonosis, en donde estoy desde entonces, sin que se resuelva mi situación jurídica, algunas voces insinúan que seré sacrificado.
El último mes no ha sido fácil, lejos de mi familia, unas veces encerrado en una pequeña jaula, aunque soy de buen tamaño, otras veces amarrado a una ventana con un lazo de corto alcance, y en estado de zozobra pues no sé qué ha de pasar con mi vida, las autoridades no se pronuncian y tienen mi caso en el limbo. Por fortuna para mí, mucha gente solidaria y organizaciones defensoras de los derechos de los animales, han presionado a la alcaldía de Popayán para que no sea sacrificado.
No hago parte de una raza considerada como potencialmente peligrosa, en toda mi vida este es el primer caso de agresividad en el que me he visto involucrado. Mi familia está de acuerdo en que esta situación jamás debe volver a presentarse, razón por la cual han manifestado a las autoridades su voluntad de llevarme a un etólogo (o adiestrador Canino) para que ayude modificar mis comportamientos inadecuados.
Nosotros los animales no somos cosas, somos seres sintientes, y si no hemos causado daños irreparables a la vida, o integridad de ustedes los seres humanos, debemos tener una segunda oportunidad, y más cuando mi familia tiene todo el compromiso en hacer lo correcto. Como lo reconoció la corte suprema de justicia en el 2017 “nosotros los animales somos sujetos de derechos sintientes no humanos (…) Como tales, debemos ser objeto de conservación y protección frente al padecimiento, maltrato y crueldad injustificada”. Solo pido una segunda oportunidad, junto a mis seres queridos.
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