Este primer domingo de octubre se adelantara la primera vuelta de la elección presidencial en el gigante suramericano, con un ambiente polarizado y con ocho candidatos buscando ser favorecidos por los electores para la segunda vuelta; porque no es probable que ninguno logre la mitad más uno de los votos en esta primera vuelta.
Pero, adicionalmente se trata de unas elecciones con una serie de circunstancias que las hacen más inciertas. Después de una destitución muy cuestionada de la Presidenta Dilma Rouseff por un Congreso en el cual las acusaciones de prácticas corruptas es reiterada, con una justicia cuestionada por sectores de la opinión como politizada y sesgada y con unos sectores militares que parecen añorar la época de la dictadura y con unos crecientes signos de participación en política -rompiendo con una regla de oro democrática, que los militares en servicio activo no pueden participar en política partidista por cuanto al ser los portadores de las armas legítimas deben garantizarle a todos los ciudadanos las reglas del juego-.
Todos los sondeos de opinión previos muestran que las mayores probabilidades de votación recaen en el candidato de derecha Jair Bolsonaro -capitán retirado del Ejercito- y el candidato Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, quien remplazó al expresidente Lula, al no poder este ejercer como candidato por su condena en un controvertido proceso judicial por corrupción pasiva. El candidato Bolsonaro, a quien los sondeos le dan la mayoría relativa en primera vuelta, igualmente la mayoría lo dan como perdedor en una segunda vuelta electoral, ha tenido expresiones altamente cuestionadas contra los negros, las mujeres -estas hicieron la semana pasada una multitudinaria manifestación en su contra-, los sectores LGTBI, sin embargo representa posiciones de sectores de clases medias y evangélicos preocupados por perder privilegios, por la inclusión de nuevos sectores sociales. Pero lo más preocupante han sido sus últimas declaraciones, que se sitúan en esa onda en boga de las posverdades, diciendo que sólo reconoce la legitimidad de su triunfo electoral, cualquier otro resultado lo considera, dice, fraudulento, llamando con estas a desconocer el orden legal.
El candidato Fernando Haddad del PT es un académico de clase media -profesor de Ciencia Política en la Universidad de São Paulo-, con militancia en el partido y experiencia en la administración pública como Ministro de Educación del gobierno Lula donde adelantó una buena gestión -reconocida por el Banco Mundial y la OCDE- y posteriormente como alcalde de São Paulo, pero adicionalmente con el apoyo del carismático expresidente Lula, quien lo había escogido como su fórmula vicepresidencial y ahora aspira a convertirse en su heredero político -es una de las fórmulas de renovación del liderazgo del PT enarboladas por Lula-, con todo lo que eso conlleva en una sociedad contradictoria como lo es la brasileña, aparentemente abierta alrededor de fenómenos como su carnaval o su música, pero igualmente con sectores muy tradicionalistas y cerrados cultural y políticamente.
La segunda vuelta electoral, como todo indica que sucederá, va a conllevar una polarización más clara alrededor de proyectos políticos e ideológicos, con alto riesgo para la gobernabilidad del próximo gobierno y con impactos reales en la política Subregional .