Lo que está a punto de pasar en Brasil, será una gran lección de lo que ocurre cuando se usa la comunicación política para llevar a los ciudadanos a elegir cambios drásticos en una elección, en este caso todo un extremo opuesto de los últimos gobiernos de ese país.
Bolsonaro el llamado candidato “ultra”, es conocido por su posición frente a la dictadura brasileña, cosas como: “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. Conocido por su excesivo machismo, como al decirle a la diputada de izquierda Maria do Rosario: “No te violaría, porque no lo mereces”, amplió luego esa explicación a un medio diciendo: “Ella no merece ser violada porque es muy fea, no es de mi tipo, nunca la violaría. No soy violador, pero si lo fuese, no la violaría porque no lo merece”
Y por supuesto, su homofobia, evidenciada con extraordinaria claridad en una entrevista a la revista Playboy: “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No seré hipócrita: prefiero que un hijo muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo”
Mientras tanto el Partido de los Trabajadores no logró superar sus escándalos de corrupción, ni el personalismo encarnado en Lula Da Silva, y ahora con el exalcalde de Sao Paulo Fernando Haddad, tienen serios problemas para convocar las fuerzas más centristas y lograr revertir los resultados de primera vuelta.
¿Qué explica este giro a la extrema derecha en Brasil?, ¿Cómo se explica que los ciudadanos ya no tengan en cuenta el respeto a los derechos humanos como un elemento mínimo de sus gobernantes?
Alguna vez cité a Castells para explicarlo, este autor conecta al comportamiento político con dos sistemas emocionales: 1. El de predisposición, que induce al entusiasmo, y 2. El de vigilancia, que lleva a la persona al miedo o ansiedad, lo que la induce a evaluar cuidadosamente su decisión.
La campaña en Brasil ha estado marcada por la búsqueda del miedo en los ciudadanos, Haddad invita a las personas a votar contra el fascismo, y Bolsonaro quiere que las personas voten contra el proyecto de Venezuela en Brasil (un cuento viejo que ya conocemos en Colombia).
La caída de Dilma Rousseff, el destape de una profunda corrupción en el país, las denuncias contra el ahora presidente Michel Temer, y la imagen del condenado Lula, parecen generar ansiedad. Bolsonaro víctima de un ataque con arma blanca, ha generado un poderoso mensaje de ansiedad contra sus rivales, intenta prevenir al país de: “Convertirse en Venezuela si gana el PT”, “Continuar en la corrupción y la división”, y “No frenar al comunismo”.
La ansiedad en palabras de Castells, “se relaciona con la evitación e induce un mayor grado de reflexión sobre las amenazas”, es contraria al riesgo, y por eso evoca las partes más conservadoras de una persona, la lleva a decidir sobre lo que seguramente hará derrotar aquello que le causa ansiedad. La ira, tiene un efecto distinto, se produce como respuesta a un acontecimiento negativo, “aumenta con la percepción de una acción injusta…. Conduce a procesar los acontecimientos de forma imprudente, a reducir la percepción del riesgo y una mayor aceptación de los riesgos”.
La ansiedad contra el actual gobierno y los últimos años de escándalos, además de la percepción sobre Venezuela, le está costando la presidencia a Haddad, los ciudadanos sienten que es hora de ir a sus emociones conservadoras, y la ira por el ataque con arma blanca a Bolsonaro y su discurso cargado de odio y rechazo a la izquierda del PT, ha generado la ira, que acepta el riesgo de tener un presidente que machista, xenófobo y homofóbico.
No es una locura que Bolsonaro gane las elecciones, tal y como lo indican hoy las encuestas, ni que los ciudadanos alimenten su racionalidad con esta mezcla de emociones, en parte por la historia reciente de la política de su país, y en parte porque Hadad, Lula, Rousseff y el PT no jugaron bien en comunicar evocando las emociones y percepciones correctas a su favor.
Las consecuencias políticas serán tristes, pero eso merece una columna completamente distinta.