El escritor colombiano, Gustavo Álvarez Gardeazabal, es uno de los grandes novelistas de nuestro país, pero especialmente uno de los grandes cronistas de nuestras guerras, cosa que demostró con creces con su clásica novela sobre la temática, ‘Cóndores no entierran todos los días‘, sobre la violencia en el norte del Valle del Cauca, en mi opinión una de la mejores novelas acerca del período de la violencia liberal-conservadora y sus complejas interrelaciones -llevada también al cine en una de las pioneras películas del cine colombiano, protagonizada por Frank Ramírez y Vicky Hernández, entre otros y dirigida por Francisco Norden- y que ha tenido múltiples ediciones, siendo sin duda un verdadero clásico para entender ese período de nuestra convulsa historia.
Alvarez Gardeazábal ha publicado este año ‘Las Guerras de Tuluá‘, que se sitúa en la misma línea de cronista de nuestras violencias, compuesta por veinte relatos de la violencia en su tierra natal, Tuluá, que es un buen estudio de caso, que ejemplifica el de muchos otros municipios colombianos, cientos quizá, en los cuales las distintas violencias han sido compañeras de viaje de su devenir histórico. El cronista nos recrea con su pluma la historia de su pueblo, leída a través de las múltiples y reiteradas guerras, desde el período previo de la colonización española, hasta «cuando el país comenzó su vida republicana y las divisiones eternas afloraron, primero, entre federalistas y centralistas, y después entre liberales y conservadores, y todos, finalmente, trataron de solucionar las diferencias con la guerra y la violencia, y después con los pactos y los entendimientos forzados, Tuluá se fue abriendo campo en la historia como ciudad de violentos. Y doscientos años después no hemos parado«, como lo relata el autor en su presentación.
Nos muestran los relatos las atrocidades de los distintos actores de la violencia, trátese de guerrilleros, de paramilitares, o de agentes del Estado y cómo todos terminan actuando con lógicas similares, imponer su poder a través de la violencia y especialmente sobre quienes no hacen parte de esas confrontaciones; con gran crudeza nos dice el autor: «Así ha sido toda la vida en este país de mierda, todos quieren ganar para que les cojan odio, para que los detesten siempre, para que les tengan miedo, para que los respeten porque creen que la obediencia y el poder se consiguen amenazando y torturando. Nadie quiere ganar reconociendo a los demás su existencia. Todos parecen buscar el éxito sobre el fracaso o los errores de quienes los rodean.«
Igualmente refleja de manera muy clara los impactos que todas estas violencias terminan generando, en términos de desesperanzas e incredulidad, en muchos de los que les ha tocado vivir estas distintas violencias. Así lo narra el autor, personificado en el campesino cafetero Don Tista: «Allá está todavía, sobreviviendo a todas las guerras y a todas las ayudas. No cree en la solidaridad de nadie, ni en la de la Red, ni en la de los cafeteros, ni en la de sus vecinos. Prefiere sentarse todas las tardes, cuando las nubes se ponen rojas, a mecerse en el corredor de su finca mientras le da puntadas a la soledad.»
Las diferentes violencia no han sido ajenas a las pasiones personales de sus protagonistas, por eso los celos, para el autor, juegan un rol fundamental.
No hay duda que vale la pena leer esta obra de Alvarez Gardeazabal.