Esta semana los medios de comunicación destacaron y con razón, una foto en la cual se encontraban en una oficina del Congreso representantes de las diversas fuerzas políticas, pero sin duda era destacable la presencia del expresidente Álvaro Uribe y otros senadores de su partido, el excandidato presidencial Gustavo Petro, el senador Iván Cepeda, algunos de los senadores del partido FARC, el liberal Luis Fernando Velasco y otros. Sin duda es relevante esa reunión, porque adversarios políticos con posiciones ideológicas muy distantes estaban hablando y tratando de buscar algún tipo de acuerdo a propósito de una modificación a introducirle a la Justicia Especial para la Paz (JEP).
Más allá del proyecto de ley o de reforma constitucional que se estuviera discutiendo y/o analizando, lo fundamental es destacar que esa foto nos muestra gráficamente, lo que debe ser la actividad por excelencia del Congreso, el encuentro de la distintas fuerzas políticas allí representadas, para expresar sus opiniones a propósito de las diversas iniciativas legislativas, dialogar, negociar y eventualmente llegar a acuerdos ya sea para modificar dichas iniciativas o para aprobarlas. Es decir, los Congresos en todas las democracias, son por esencia los lugares de encuentro de la diversidad política, un espacio institucional donde se cambian las agresiones físicas y en lo posible simbólicas, por el debate de argumentos y de puntos de divergencia o convergencia y de esta manera ir construyendo las mayorías que modifican, aprueban o desaprueban las iniciativas que se convertirán en nueva normatividad para la sociedad. Proyectos como el de la nueva reforma tributaria, denominada ‘ley de financiamiento’, sin duda será igualmente una oportunidad para que haya encuentros, divergencias y porque no, convergencias de diversas fuerzas políticas.
Es un primer encuentro formal de la diversidad políticas y por ello debe ser saludado muy positivamente, más allá de si logró o no su objetivo en esta ocasión. Todos debemos esperar que cada vez más se multipliquen este tipo de encuentros de debate y análisis, no para que se vayan a poner de acuerdo en los aspectos político-ideológicos, no, de ninguna manera, lo saludable para la democracia es que haya diversidad de puntos de vista y de posiciones, pero que cada vez más se puedan discutir y debatir de manera respetuosa, así sean duros los argumentos. Por supuesto, también debemos reconocer los esfuerzos que han hecho algunos congresistas para propiciar que estos encuentro se den y que progresivamente se vuelvan más una parte de la cotidianidad del escenario congresional.
Ojalá esto se reproduzca en otros escenarios de la vida social y política, porque es algo fundamental para nuestra democracia; que tengamos una diversidad de fuerzas políticas que reflejen y representen la diversidad de opiniones y posiciones, pero que podamos controvertir y debatir, de manera respetuosa, con la lógica de algunas escuelas de análisis de conflictos, ’suave con las personas, duro con los argumentos’. Ese debería ser el horizonte hacia el cual avanzar, lo más pronto que se pueda, para poder contar con una mejor democracia; no buscando posiciones homogéneas, sino estimulando la diversidad, pero al mismo tiempo propiciando consensos en lo que sea posible y ojala pactos sobre aspectos que son fundamentales para el país, como lograr consolidar la paz política consensuada, tener un frente común para la defensa de los intereses nacionales, en síntesis, lo que el dirigente Álvaro Gómez Hurtado denominó acertadamente ‘el acuerdo sobre lo fundamental’.