Terminó su ciclo vital el ex presidente Belisario Betancur, un hombre público controvertido –como lo son todos los que ocupan cargos públicos-, pero sin duda alguien que pasará a la historia como el que abrió brecha en la búsqueda de solucionar el enfrentamiento armado de manera concertada.
Con un origen humilde, como la mayoría de los colombianos, este dirigente del Partido Conservador, con una formación y sensibilidad humanista como pocos, logró llegar a la Presidencia de la República después de tres intentos previos en que fracasó. Y lo hizo con tres grandes banderas, ‘vivienda sin cuota inicial’ para los sectores populares, ‘universidad a distancia’ para las clases medias y la búsqueda de la paz, oponiéndole a la consigna de López Michelsen ‘que la paz era liberal’, la de ‘la paz es nacional’. Y Belisario electo y posesionado Presidente sorprende con ser el primero en reconocer la naturaleza política del conflicto armado interno y señalar que esto se asocia a causas objetivas –pobreza, desigualdades regionales y sociales- y subjetivas –existencia de grupos alzados en armas- y que se debía dar respuesta a ambos tipos de causas. Para las primeras, va a proponer el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR) que permitiera canalizar la inversión pública hacia esas regiones, en ese momento con más problemas de violencia y para las segundas, la amnistía amplia y generosa, el diálogo político y las reformas políticas.
Claramente esta posición del Presidente Belisario, sorprendió a un país conservador y al que le habían vendido la idea que la paz debía ser el producto del aniquilamiento de los grupos guerrilleros y que venía de un gobierno liberal, como lo fue el de Turbay Ayala, pero mucho más represivo, con el ‘Estatuto de Seguridad’, que otros gobiernos conservadores. Pero Belisario fue un pionero en entender que un conflicto interno como el que se estaba ya desarrollando en Colombia requería era una salida política y no simple represión.
¿Se equivocó el Presidente Betancur? Por supuesto, como todos los seres humanos tuvo equivocaciones y mucho más en un momento en que ni en Colombia, ni a nivel internacional existían grandes experiencias en estas búsquedas. Podemos mencionar algunas: dejar marginada a la Fuerza Pública en la búsqueda de la paz o como algunos dijeron, ‘pretender hacer la paz al margen de los militares’ –ese va a ser un primer gran aprendizaje de lo que no se debe hacer-; acordar una tregua con la guerrilla sin localización de las fuerzas insurgentes y sin un sólido mecanismo de verificación nacional e internacional de la misma –esto convirtió a la tregua en motivo de múltiples fricciones-. Adicionalmente, en medio de la ‘primera guerra’ contra los narcotraficantes y con la incomprensión de los partidos tradicionales. La toma del Palacio de Justicia por el M-19 tiene aún muchos interrogantes.
Con la experiencia de búsqueda por la paz que hizo el Presidente Betancur aprendimos, además, que el poder presidencial en Colombia es relevante pero sí se usa para defender los intereses del statu quo, si por el contrario el Presidente pretende afectar intereses de los sectores de ‘poder real’, esas facultades presidenciales se diluyen y se vuelven irrelevantes, como por momentos los vivió el Presidente Betancur en la soledad del gobernante.
Los colombianos le debemos a Belisario Betancur, el habernos marcado un camino, que hoy seguimos recorriendo, de búsqueda para superar el enfrentamiento entre compatriotas. Él fue consistente y siguió apoyando siempre los esfuerzos de sus sucesores por la paz negociada.
Una rosa de agradecimiento en su tumba